15 de julio de 2006

¿Sustracción o ... desplumación?


Alguna vez me tenía que pasar a mí. Y me tocó. Esto se suele oír con la lotería, pero no es el caso. Lo que mí me tocó fue otra cosa...
Me desplazo a una ciudad preciosa para reunirme a comer con una amiga reciente y a la vez antigua por la calidad humana que de ella emana, lo que la hace que se incorpore como si lleváramos mucho tiempo conociéndonos, hablándonos...
Tras varias horas de parloteo maravilloso, me acompaña amablemente hasta el aparcamiento donde había dejado mi coche. Llego al mismo y decido ir a un cajero automático para comprar unas alpargatas cómodas, aprovechando las rebajas que pululan por todos los comercios.

Hago mi compra y muy contenta por el hallazgo de las zapatillas deseadas, me dirijo a echar una ojeada a otro comercio situado justo al lado donde no hay zapatos, pero sí ropa. Aquello estaba a rebosar de mujeres... Dudo si mirar o marchar. Me quedo. Cojo varias cosas.

Cuando ya decido que no miro más, siento que el bolso colgado al hombro me pesa menos. Miro: la cremallera abierta, ¡si la llevaba cerrada segurísimo!, ¡no puede ser!, ¡la cartera...! Rebusco, remiro, revuelvo... no está. Por mi mente pasan todas las cosas que llevo (llevaba) dentro de ella, los 270 euros, el DNI, el carné de conducir, las tarjetas del banco, las de donantes, las de algún que otro centro comercial, las de los teléfonos por si pierdes las tarjetas, tickets de compras, una primitiva de la semana pasada sin mirar, la foto de mi sobrino y "el ticket del aparcamiento... ¡Leches! ¿Qué hago? ¿A quién acudo? ¿Cómo llamo? ¿Cómo saco el coche sin un céntimo? ...Y sobre todo... ¿qué mierda hago yo comprando aquí en vez de haberme ido cuando llegué junto al coche? ¿Es que no hay zapatillas en donde vives? ¿Las de aquí son más baratas, buenas y bonitas, so boba?

Por fortuna tengo el móvil, hago tres primeras llamadas, cancelo tarjetas, pido ayuda a mi amiga, a un familiar. Solucionado lo más inmediato, me voy a hacer la denuncia a la policía. Por el camino, entre los nervios y mi problema genético de incontinencia urinaria casi me lo hago por el camino. Aguanto hasta acabar la denuncia. Al salir, le digo a los dos polis de la puerta si puedo ir al WC, uno, el novato, porque se le notaba, muy amablemente se adelanta para indicarme dónde está; el otro, supuestamente el más experimentado, el más veterano en el escalafón de portería, con mirada de recriminación al novatillo y pensando, seguramente, que era ya lo que nos faltaba, que todas las personas que van a hacer denuncias fueran a echar sus desechos personales a SU WC; espeta, conciso, preciso y en tono medio imperativo que no se puede ir, que están averiados (habría más de uno... todos se habían averiado en el mismo día, mira qué casualidad, justo el día en que me roban y yo me meo). Pero, ¿será posible? Vamos a ver, tío, ¿quién mantiene TU supuesto WC laboral, tu puesto? ¿no es con los impuestos que pagamos todos los ciudadanos de este país, so memo? ¿no acabas de oír que me han robado y no tengo ni un céntimo para ir a un bar a depositar mis líquidos sobrantes? ¿no has oído que no soy de aquí...?


No era el mejor momento para decir todo lo que se me vino a la cabeza porque yo estaba realmente nerviosa y jodida con el asuntillo del que era la principal víctima. Tampoco deseaba complicarme con un supuesto desacato a la autoridad "puertil" de comisarías, nunca se sabe lo que pueden argumentar en tu contra; así es que me limité a mirarlo bien a la cara y recalcarle irónicamente un muuuchas gracias, que dudo haya sabido interpretar.

Tres horas de paseos según apretaban las ganas, de pequeñas sentadas en diversos bancos de piedra de un parque cercano, de miradas discretas en las papeleras cercanas al lugar de los hechos por si habían tirado la cartera tras coger la pasta gansa. Nada. Oscurece, se levanta una brisilla; con ella las ganas de orinar aumentan... Al fin viene uno de mis rescates. Al fin voy a poder mear.¡Menuda meada!, histórica, parecía una vaca que se ha bebido un barreño entero de agua.

Llega mi segundo rescate, pero antes de reencontrarme, vamos al aparcam¡ento a explicarle al señor que está en el control, previa presentación de la denuncia, que no tengo el ticket, que me han robado. No hay problema, estamos controlados por todas partes, la entrada de mi bólido estaba controlada; allì aparecía la imagen con la hora de entrada, en un monitor de tv. ¡Ojo con lo que hacéis al entrar en los aparcamientos si perdéis el ticket, no se os ocurra decir que habéis entrado hace media hora si lleváis en él varias horas, podríais quedar un poco mal!

Las 12:45 h., llego a casa arrastrada. A pesar de todo, duermo. Por la mañana empiezo con las llamadas telefónicas a los diferentes organismos oficiales donde se expiden los documentos que te identifican y te permiten conducir bólidos para que me digan qué cosas tengo que llevar dado que no tengo nada más que el pasaporte para identificarme. Me dicen. Voy. ¡Pues va a ser que no! Mira tú por donde la cosa no es como me habían informado. Antes del permiso de conducir tienes que ir al DNI, no te vale con el pasaporte como me dijeron. Total, empieza de nuevo. Las colas en ambos sitios, innumerables... ¡Joer, cuánta gente renovando o haciéndolo por primera vez! ¿Tantos somos en este país?
Pero antes de esto me pasé media mañana en la oficina del banco. No tenía manera de poder quitar dinero, todo bloqueado. Menos mal que la única persona que me conoce en la entidad no estaba de vacaciones ni la habían trasladado a otra oficina. Me hubiera tenido que alimentar de aire, que creo que alimenta mucho, o al menos eso me decían de pequeña, que los aires de la aldea eran muy buenos, que sólo el aire alimentaba, (claro que de eso hace mucho y este aire está un pelín más contaminado que el de la época en cuestión); pero seguro que adelgaza una barbaridad y... a punto estaba de anular la petición de dinero,unos quilitos de menos me dejarían pasable para el verano. Seguro que las firmas de productos adelgazantes aún no se han dado cuenta del asunto, porque en cualquier momento nos lo envasan y nos lo venden a precios astronómicos. Estoy por patentarlo.

Tres días de papeleos,vueltas, sudores, tráfico y tráfico. ¡Puuf! Bueno, ahora a esperar que vayan llegando tarjetas, carnés, etc. Agotador para estar de vacaciones.

Recuerdo también que tengo un seguro que cubre robos. ¿Recuperaré al menos el dinero? Pues va a ser que no. El problema es que los seguros, que siempre velan por nuestra seguridad como la misma palabra indica, sólo te cubren si te roban. A mí, por lo visto, no me robaron. La cuestión es muy sencilla, de "catón" (cartilla que se empleaba en los años 40 y 50 para enseñar a leer), diría yo. Veréis, robo es algo muy específico. Si a ti te abren la cremallera de tu bolso, tuyo porque te lo has pagado, que va colgado de tu hombro, tuyo porque pertenece a tu cuerpo y viene una rápida y ágil mano ajena, de otro porque no es tuya, y te abre la cremallera y extrae la cartera que hay en su interior y que también es tuya, como todo lo que llevas en su interior; eso, amig@s mí@s no es un robo, es una extracción = sustracción = resta. Es decir, que una resta sólo es que donde antes había tanto, al extraerlo, ahora no hay nada. ¿Cómo se va a llamar a eso robo? No señores, no. Robo es algo más complicado. Esta palabra encierra muchísimas cosas, encierra violencia, encierra empujones, navajazos, tirones y desgarramientos musculares, intimidación con arma de fuego, con palabras, con lesiones, con golpes, etc. etc.

Claro como el agua, ¿no? Oséase que... si alguna vez os encontráis en el apuro de ser "sustraídos", ni se os ocurra decirlo; sobre todo si tenéis algún seguro. No señor, en ese caso, en medio de los nervios y mientras vais a realizar la denuncia en la comisaría más próxima, id pensando en describir al o l@s mailto:agresor@s inventad una historia de cómo ocurrió y de paso, buscáis un banco de un parque o similar y os tiráis de rodillas desde él al suelo, a ser posible con unos buenos rascazos ensangrentados, que impresiona muchísimo más, ¡dónde va a parar!, en las rodillas o en los codos. Y así, de esa guisa medio sanguinolenta, os dirigís, ya muy serios, a la comisaría para dar todo tipo de detalles. Hasta puede que tengáis suerte y si os estáis haciendo pipí, al estar malherid@s os dejen utlizar esos WCs de uso exclusivo de la policía y que pagamos entre todos. ¡Suerte y a por todas!

Al tercer día del suceso de marras, suena el teléfono a las 21:00 h. Es de donantes de sangre. Pienso: "también me quieren quitar la sangre con el agotamiento que tengo". Pues no, mal pensada que es una y además, adelantada en pensamientos. Me llamaban porque acababa de llamarles un señor para que les diese mi teléfono, ya que al parecer había encontrado mi documentación. No dan los teléfonos de los donantes, cogieron el suyo para que yo, tras llamarme ellos, me pusiese en contacto con él.

¡Qué suerte!, me dije. Llamo. Una voz masculina con acento hispanoamericano me dice que tiene mis documentos, que aparecieron en su cafetería y que él siempre está allí, que está abierta todos los días del año y dice el horario. Cierra a las 22:00 h. Le pregunto si puede decirme qué documentos encontró. Su respuesta fue un tanto desagradable: que si quería la documentación que la fuese a buscar, y si no que la dejase. Se me revuelve algo por dentro. No entiendo esa reacción en alguien que ha tenido la amabilidad de buscarme. Como tengo avioneta averiada para trasladarme antes de que cerrase le digo que no soy de allí y que hoy no puedo ir a buscarla; contesta diciendo que puede que seamos del mismo sitio, nombra un lugar, pero no, no somos del mismo, pero según él de la misma provincia, (¿con ese acento?), añade que nacimos el mismo año. Cuelga. Cuelgo.

Me huele a chamusquina, no mucho, pero algo sí. Vamos a ver si nos aclaramos. Si tienes mi documentación con todos mis datos... ¿por qué no has buscado mi teléfono en la guía? Si tienes la documentación en la mano mientras hablamos por teléfono porque me estás dando datos de dónde soy, ¿por qué no me dices los documentos encontrados?

Suelo ser confiada en general, de verdad, pero había algo que no me gustaba, no podría decirlo con exactitud, era más bien una especie de presentimiento o malestar por el cambio de actitud en cuanto le pregunté por los documentos.
Decido no ir sola a recogerlos. Ante la opción de elegir entre dos acompañantes distintos, elijo el masculino con cara de seriedad, si no se ríe, y con bigote, que impone más.

Dos días después llegamos a la cafetería y mi primer ¿chasco?, cerrada a cal y canto. Pero cerrada totalmente, una verja metálica de doble hoja, de esas que se pliegan y al desplegarse quedan rombos, con una cerradura en abrazadera y de llave, dos sombrillas plegadas tras la verja y la puerta en sí del local. Dentro todo oscuridad. Sólo se veía, al fondo, una pantalla de televisión encendida en la que se veía un campo de fútbol y la voz del comentarista de turno. Otro sonido de música, a bastante volumen, salía también del interior.Vayamos por partes: ¿no estaba abierto todos los días del año hasta las 22:00 h.? ¿qué pasa para tener encendidas música y tv a la vez?

Intentamos mirar por si vemos moverse alguna figura en el interior, nada,la oscuridad es la reina del momento. Mi acompañante y yo empezamos a hacer elucubraciones sobre el posible paradero del señor, a cada cual más peregrina: que si una siesta tardía (20:20 h.), que si un encuentro íntimo con el fútbol animado con música preferida de fondo, que mejor una cita inesperada con algun/a interesante mujer/hombre, que si la novia...

Llamo por teléfono y no lo coge nadie. Decidimos seguir calle abajo y tomar algo mientras, por si ha salido y vuelve pronto. Pedimos consumición en una cafetería con terraza a unos 200 metros del local. Mi acompañante va al servicio y cuando nos sirven abono la consumición. Llaman por teléfono a mi acompañante y como no hay buena cobertura se levanta y se aleja un poco. Entretanto llamo de nuevo. ¡Bingo! La misma voz del otro día, le explico que he ido y que está cerrada la cafetería, que estoy un poco más abajo. Nervioso y con ritmo apurado en el tono de voz me dice que mañana, que vaya mañana, que "dijjculpe" que está saliendo. No me da tiempo a más, me cuelga el teléfono.

¿Cómo? ¿Aquí al lado y no me da la documentación? ¿Volver mañana? ¿Y si vuelve a estar cerrado? Porque no me ha dado opción ni de quedar en una hora concreta, ni nada de nada. Como ya había pagado la consumición me levanto rápidamente para ir a ver si sale del local, le indico a mi acompañante con gestos que voy hacía allí y con un dedo en la parte inferior del ojo le indico que voy echar una ojeada. Por sus gestos de contestación creo que me entiende e interpreto que viene ahora.

Apuro el paso, pero sin correr. Por la calle no baja nadie, sólo un señor se cruza conmigo, pero va muy tranquilo, sin prisas. No puede ser él, daba la impresión de estar apurado a juzgar por la urgencia en que cortó la conversación. Llego. La verja igual. La cerradura puesta hacia dentro. En el interior todo sigue igual en lo que puedo observar. Continúan sonando música y tv. Llega, muy acelerado mi acompañante, se había retrasado porque no sabía que yo había pagado y volvió a pagar la consumición.

Tiene que estar dentro, la cerradura está hacia dentro, como si antes hubiera salido y acabase de entrar de nuevo. Pero, si tanta prisa tenía en irse... ¿por qué vuelve a cerrar la verja por dentro? Llamo de nuevo, no lo coge. Cuelgo y vuelvo a llamar. Lo coge. Le digo que estoy delante del local, que si puede darme la documentación. Me dice que un momento.

Oímos llaves y una cerradura de la puerta interior. Mi acompañante se queda situado justo en mitad de la verja y yo hacia un lateral. De repente oímos una voz que pregunta quién está ahí, a la vez que, entre las sombrillas plegadas, asoma una cabeza con el pelo teñido de rubio, de cara redonda y blanca, que lo primero que ve es a mi acompañante. Me aproximo a su campo visual y le digo quién soy. Suelta un ¡ah! y a la vez me arroja, literal y prácticamente, mi cartera a las manos, abierta todo lo que daba la parte del monedero y con todos los papeles arrugados y amontonados por encima, que casi se caen todos al suelo si no los agarro con las dos manos.

Desapareció más rápido de lo que había aparecido. Creo que llegué a pronunciar un "gracias" que a él ya no le dio tiempo de escuchar.

Si antes me olía a chamusquina, ahora ya empezaba a notar el calor del fuego. No me "cuadraba" nada de lo ocurrido. ¡Qué forma tan rara de devolver una cartera! ¿Nos había visto antes? ¿Pensaba que volvería sola al día siguiente? ¿Quién pensaría que era mi acompañante?

Como quiero mirar con detenimiento qué documentos están y si faltan cosas o no antes de abandonar la ciudad, nos dirigimos a un café. Era evidente que habían mirado todo, papel por papel. Todas las tarjetas y carnés estaban juntos, sacados de su sitio, en una de las dos partes del monedero. Aliso como puedo los papeles y reviso uno a uno. ¡Sorpresa!, entre ellos hay dos cosas que no son mías, un calendario de bolsillo y un recibo sin nombre comercial de la compra de dos artículos especificando el tamaño de los mismos y el importe.

¿A chamusquina, dije? Que hubiese cosas que no eran mías me pareció raro, raro, raro. La forma en que apareció el señor y. sobre todo, la forma en que desapareció, más raro todavía. También puede que fuese un gran tímido, aunque con el pelo teñido de rubio rubio, como que no...


Claro que con tanto incendio veraniego, quién sabe, quizá sean sólo cosas mías.
Puede que el olor proviniese de algún monte cercano y el calor me tenga confundida.







3 comentarios:

  1. qué miedo! qué historia más rara!

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  2. ¿Confundida???? de confundida nada niña, más que chamusquina incendio de los gordos... para mí que el tipo en cuestión forma parte de una trama de robo de carteras y monederos varios y que ese sitio es donde van a descargar el "botín" por eso aparecieron cosas que no eran tuyas en el monedero, se equivocaron al mirar el interior de varios monederos a la vez... y te llamó para ver si te podía sacar algo más.
    Y pensar que todo eso te pasó cuando yo ya me había ido... la próxima vez espera un poco para que me de tiempo a vivir tanta emoción mujer que mi vida es muy aburrida...
    A pesar de todo me he reido leyendote, no te lo tomes a mal.
    Un besazo

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  3. Pedazo: No me lo tomo a mal, mi intención al contarlo era que divirtiese, ya que, pasada la historia, tuvo sus momentos curiosos.
    Ya os contaré una llamada telefónica que tuve anteayer... ¡Es que me pasa cada cosa...!

    Veva: El mundo está plagado de sucesos raros. Creo que no tenemos ni idea de lo que realmente ocurre en él.

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