8 de febrero de 2012

Un día sábado de invierno.

















 Un ruido atronador de ladridos ha interrumpido mi sueño. Miro el reloj de reojo, parece una broma, pesada, muy muy pesada, ¡si hoy no tengo que ir al trabajo, por favor! Me acurruco de nuevo entre las sábanas con los ladridos metidos en el tímpano. ¡Que alguien los haga callar! Sigo en un duermevela incómodo, poco reparador. Me levanto tarde, no me encuentro muy bien, arrastro los pies hasta el lavabo y el contacto del agua fría espabila mis sentidos. Pongo el café, hago el zumo... Desayuno con ladridos,  escucho las noticias con ladridos, leo con ladridos...

Aún no tengo ganas de ir a la ducha. Me acomodo en la sala, parece que aquí los ladridos se oyen más lejanos.Continúo la lectura iniciada anteayer; me tiene enganchada esta curiosa historia, quiero saber más, en qué momento se romperá la desazón, la angustia, como si con ese final que mi mente imagina, los personajes fuesen a terminar sus vidas, como si de ellos solo quedasen pedacitos de recuerdos en los lectores y no fuese posible que su vida tuviese más tiempo, más oportunidades, o la posibilidad de que se produjesen cambios. Me pregunto hasta qué punto los personajes de una novela no superan las espectativas que en ellos han puesto el autor o la autora, en qué momento de la historia éstos empiezan a cobrar vida en verdad y actuar por sí mismos, le guste o no al que escribe. Se acerca el final, quedan pocas páginas, siento algo similar a la pena, como si mi relación con esos personajes, ya parte de mis conocidos, se acabase; como si yo no volviese nunca más a saber de sus vidas ni ellos de la mía.  Aunque no es del todo cierta esta sensación porque siguen en mi pensamiento durante muchos momentos; es curioso, con algunos personajes pasamos más horas que con personas que conocemos desde hace mucho tiempo y llegamos a tener hacia ellos una mezcla de sentimientos encontrados o de afinidades que no siempre encontramos en la vida diaria, donde todo parece diluirse en la ligereza, (tiempos ligth) en la falta de relaciones en sí, apasionadas, comprometidas, discutidas,, bien avenidas, tranquilas, inquietantes, distantes, cercanas, de compromiso 0 de cortesía, de vecindad, de afinidad o de oposición. También es verdad que en una relación personal casi nunca se da un único tipo de relación, es como una mezcla de varios tipos aunque predomine uno de ellos. Termino el libro. Me ha gustado, mucho. Me reconforta, hacía muchos años que no había vuelto a leer una novela de este autor y sentí lo mismo que cuando lo leía entonces, buscando tiempos arañados a la cotidianeidad para hacerme con un trocito de la historia y esperar con ansia la llegada de la noche para dedicarle su tiempo destinado.

Hace un día precioso, el cielo luce de azul, sobre los tejados aún se perciben retazos de la helada en las zonas de sombra. Salgo al sol, recorro el pequeño jardín en unos pasos. Empiezan a brotar las hojas de los tulipanes, de los narcisos, ¡qué pronto! -me parece. El seto de florecillas blancas ha brotado en la mitad, los dos jazmines enseñan ya los brotes de lo que serán sus flores. Pienso: ¿Son conscientes las plantas de la alteración reinante y por si acaso algo les impide salir cuando les correspondería han aunado todas sus energías para esta prontitud en los brotes? A continuación pienso que me flojea algún tornillo por estas ideas descabelladas. ¡Bah!, no importa mucho, no hago daño con ello, tampoco se lo cuento a nadie, lo de hoy es una excepción. Debería barrer esas hojas secas, quitar las hierbas malas que se autoimplantan donde les apetece o donde la tierra está más apetecible, pero no me apetece, tengo el cuerpo flojo y las ganas le andan a la zaga, conque mejor se
queda para otro día. ¡Cuánto he cambiado! En otra etapa de mi vida me faltaría tiempo para ir a buscar la escoba, el recogedor, los guantes y lo que fuese menester para dejar todo limpio y de buen ver, aunque demorase en ello media mañana o la tarde si me enredase con algún trabajillo más. Pues es lo que hay, y si no hay ganas, no se hace. Casi estoy orgullosa, qué risa. Es verdad, es posible aprender a hacer las cosas de otro modo. ¿Sabéis lo peor?, que yo lo he aprendido un poco tarde y ahora pienso en cuántas horas me podría haber pasado haciendo cosas que me apetecían más en vez de hacer aquellas para las que no tenía ganas. Lo importante es aprender, aunque cueste esfuerzo y tiempo, no perder las ganas de hacerlo y, sobre todo, los modos distintos de hacer lo que ya creíamos totalmente aprendido.


4 comentarios:

  1. Siempre he dicho que el tiempo es como el dinero, que cada uno lo gasta en aquello que considera más importante. Lo que ocurre es que a lo largo de la vida va cambiando nuestra apreciación de lo que es importante y lo que no.

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  2. Un texto con varios frentes abiertos, sí señora, me gusta.

    a) A veces los ladridos de los perros molestan; otras veces no. No depende de ellos, de los perros, sino de una misma, del estado de ánimo, de la disposición del instante… Digamos que en ocasiones los ladridos se convierten en una metáfora que utilizamos para darnos bofetadas.

    b) Verás, hablo de mi experiencia personal… en ocasiones, un personaje que creas, o que crees que has creado, resulta que toma vida y ya no eres tú quien domina el argumento sino ese personaje ¡como por arte de magia! mueve tus dedos para que teclees lo que él quiere que teclees. Es una extraña sensación, pero te juro Mafalda, que es rigurosamente cierta. A nivel lector pasa lo mismo, hace poco lo expliqué en mi blog, un personaje se apodera de ti y…

    c) Hay etapas en la vida en las que hacemos cosas para agradar a los demás hasta que por fin un día nos damos cuenta que lo más importante del Universo es una misma y entonces dejamos arrinconada la escoba y ya sólo barremos las hojas y las malas hierbas cuando nos apetece. Y en ese momento tomamos conciencia de que realmente lo importante es que sean los demás quienes hagan esfuerzos para agradarnos, no al revés (el agrado también puede ser recíproco, naturalmente, pero eso es otra historia).

    d) No has cambiado, dejémoslo en que has “evolucionado”. A medida que vamos cumpliendo años y vamos tragando obleas, nos hacemos más sabias y más guapas (mira sino María Teresa Fernández de la Vega).

    Dejo aquí el comentario que me estoy alargando mucho.
    Un beso, Mafalda. Y no te olvides de soñar.

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  3. Senior:
    Efectivamente, tienes toda la razón, cada uno lo invierte en lo que cree importante en cada situación o momento. Mis momentos empiezan a ser más míos y menos de los demás. Aprendo a malgastar el tiempo. Quizás no sea malgastado, sino usado en lo que realmente necesito en esos momentos. Gracias por venir.
    Un besote.

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  4. Ángela:
    Te aseguro que los ladridos de los que hablo, sí molestan, dos perrazos, a cinco metros de distancia, a un nivel de tres metros por encima de tu casa, ladrando al unisono de 9 de la mañana a 7 de la tarde del mismo día... Desesperante. No es lo normal, pero ocurre cuando los jardineros están todo el día podando y demás.
    De tu 2º párrafo, ya habíamos hablado en los comentarios de tu post. No sé muy bien cuál es la diferencia entre cambiar y evolucionar en este caso, identifico ambas cosas casi como sinónimas, el matiz está, quizás, en que evolucionar supone mejorar.
    Gracias por venir y expresarte.
    Un abrazote.

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