26 de septiembre de 2006

Frondosidad en claroscuro














Envuelta en frondosidades
lejanas,
en alturas insospechadas,
en verdes impensables
que susurran su renovada existencia
con voces antiguas,
con savia extraída de la tierra profunda,
con vientos que sugieren vivencias
antiguas
y nuevas vivencias.

Altos que dominan valles profundos.
Valles que se extienden hasta el mar.
Tierras trabajadas.
Frutos sacados a fuerza de tesón.
Bancales que detienen la erosión.
Sacrificios humanos convertidos
en beneficio
que la naturaleza agradece.
Pequeñas miserias que llevarse
a la boca
que reconcilian al hombre
con su medio.

Ciclos que se repiten en herencia.
Cuidados que protegen la tierra.
Y allí,
en lo más alto,
tú, frondosidad,
en claroscuro,
sugiriendo claros,
pedazos de amaneceres,
o tal vez,
retazos de atardeceres.

Y tú, frondosidad,
calladamente,
acoges con tus sombras.

Y tú, frondosidad,
fabricas huecos por los que
traspasas
guiños de luz.

Sombras que proyectan
historias.
Luces que avivan
despertares.
Troncos poderosos
que abrazan la esperanza,
el renacer de un olvido
que se perdió entre las ramas.
Verdes que acompañan soledades.
Murmullos de hojas al viento
que acompañan pensamientos
solitarios.

Y tú, frondosidad boscosa...
me traes otros tiempos,
me envuelves en tus sombras,
me acoges en tus ramas,
para darme luz en tus huecos
y reavivar profundidades olvidadas...

¡Cuánta vida derrochas
en todos los huecos de tu viejas miradas...!

¿Y tú, frondosidad en claroscuro,
reconoces mi mirada