21 de agosto de 2012

Un hombre de espaldas mirando al mar.






Recuerdo tus palabras con nitidez, a veces asoman flotando en la bruma, ondulan suavemente, como tú, se pierden en la niebla y dejan una estela titilante, como los faros; otras, renacen con la luz del amacecer y se pueblan de entusiasmos y porvenires calmos y plenos.
Recuerdo más cosas sobre ti, las melodías tristes y la adrenalina que sale de una guitarra eléctrica y una voz, esa voz que resuena en el centro mismo de los que la oyen y te posee con estallidos de felicidad.

Recuerdo tus escritos, leídos en la soledad de la noche, tan claros, tan sinceros, tan honestos. Algunas veces los releo y consiguen despertar en mí las mismas sensaciones, emociones e interés que cuando los leí por primera vez. Algo así como reconocerse tras una larga travesía solitaria en medio de la inmensidad del mar, atraída por la luz que se proyectó en la superficie ondulante del mismo océano, deseando alcanzar la playa para ver el mundo desde el lado opuesto, ese lado que nos empeñamos tantas veces en no ver.

Recuerdo tus ideas, basadas en la coherencia y la honestidad, analizadas y elaboradas entre la experiencia y la esencia, entre lo que hay y lo que podrá haber, con ese pequeño toque que la utopía de una mente abierta las elabora y las deja en libertad.

Ahora intuyo la amalgama de tu ser reencontrándose de nuevo en el balandro blanco y diminuto del que huiste iracundo una vez. Y sé que cobra sentido en tu ser, que pertenecer es reconocerse, y saberse, una circunstancia sobre la que se puede actuar.

Ahora te veo en la distancia, a través de un catalalejo de pirata, más tú y más claro, más conmovido y vulnerable, más blanco si cabe. Mi corazón sonríe en estos días tan tristes para mí por vislumbrar las huellas de tus pisadas en la arena, por saberte repleto del salitre necesario para sentirse agua y alga y espuma, por pertenecerte en el hogar deseado, con el amor de tu lado y una eterna mirada interrogante en el horizonte lejano. Porque cada ola llena de vida de tu mar esboza sonrisas en mis pupilas cansadas.


             Contra el horizonte siempre se ve la silueta de un hombre de espaldas mirando al mar.