22 de noviembre de 2009


Me dijeron que te habías perdido y no les creí.


Que tus huellas aún recientes seguían un camino largo, perdido en el horizonte. No les creí.


Que tu casa tenía la puerta cerrada, las persianas echadas y que tu perro se había cansado de ladrar. No les creí.


Me acerqué hasta allí. Vi tu casa cerrada y a tu perro abatido enroscado en el portal. No me lo podía creer.


Te busqué, por cercanías y alrededores, y aún más allá. No podía ser.


En el camino de tu búsqueda alguien comentó que te dirigías al Norte, buscando la estrella que habías extravíado hace ya mucho tiempo. Que la echabas mucho de menos, que te era necesaria, imprescindible para subsistir. Y yo me resistía a creer.


Y volví sobre mis pasos, retomé el mismo camino al revés; por ver si la visión inversa me ofrecía alguna explicación que calmase mi inquietud, alguna justificación en la que no hubiese pensado para entender tu inexplicable partida sin aviso ni despedida.


Y lloré. Por mí. Por ti. Por lo absurdo de la situación. Porque lo que no se entiende y se quiere produce dolor.


Y después me calmé. Porque sigo sin entender, pero ya no quiero hacerlo. Porque tus decisiones son tuyas, no mías. Ni yo ni nadie puede cambiarlas. Tampoco preguntaste nada, ni siquiera te interesó saber si tu decisión afectaba a alguien más.


Y tu Norte sigue en el horizonte, aún no has llegado a él. Y tu estrella extraviada está tan lejana que gastarás la vida tratando de encontrarla. Y mientras está ocurriendo, yo no quiero verlo.


Es muy simple, mudamos de querencias y quereres cuando una parte no lo desea.


Pero lo nuestro no fue nunca una vida común, ni única, ni bilateral siquiera. Nunca pretendió ser más que una buena amistad, sin exclusividades ni continua y constante compañía. Amistad en el mejor de los sentidos, con disfrute, cariño y comprensión. Lástima que tales prendas se te hiciesen tan pesadas de llevar.


Cuando te canses de caminar, házme un favor, busca a alguien con quien te guste estar. Tu soledad ya no puede más.

4 de noviembre de 2009

Gracias por existir.

A Eva.


Porque existes, mi vida tiene sentido. Porque tu risa llega a mis venas y acelera el pulso de mi sangre proporcionándome calor, ese calor que sólo el amor humano puede provocar. Y hoy, sentada aquí, ante el papel virtual, te pienso y te hablo en teclas, las pulso suavemente, como si te acariciase, para que sepas lo mucho que tu contacto, tu presencia, tu mirada, tu dedicación, tu agobio, tu ir y venir, tu nerviosismo, tu enorme cariño y toda tu persona significa para mí.



Porque te quiero profundamente, más que a mi vida, porque tengo mucho que agradecer a la vida por haberme dado el privilegio de ser tu madre.



Algún día descubrirás que tu pequeño caos cotidiano al querer hacer tantas cosas por abrirte camino, por tener una oportunidad de ganarte el sustento, se resuelve queriendo abarcar menos, haciéndolo con un poco más de tranquilidad. Y todo te resultará más llevadero. Pero te entiendo, aunque yo misma me agobie de verte agobiada, porque forma parte de tu ser esa inquietud por todo cuanto te rodea y el deseo de participar en aquellas cosas en las que tu colaboración sea un granito de arena más.

No olvides nunca que tienes todas las cualidades que cualquier persona puede tener. Y las que no tengas las puedes adquirir si así lo deseas. Que nadie es más que tú y nadie es menos que tú. Eso ya lo sabes y lo practicas, aunque algunos no quieran.

Tampoco olvides que siempre estaré a tu lado para apoyarte. No importa de qué asunto se trate.

Y si que si te equivocas en algo, no importa, siempre se puede rectificar si se hace con la honestidad y con la sinceridad adecuadas.



Yo me equivoqué muchas veces y nunca he oído un reproche tuyo, aunque estabas en todo tu derecho de haberlo hecho. Te pido disculpas si antes no te hice saber que ese gesto tuyo lo he valorado desde entonces y lo sigo haciendo.



Quiero que sepas lo importantísima que eres para mí, lo orgullosa que me siento de ti y cómo aprecio todas las cualidades que tienes, incluídas aquellas que aún no has dejado aflorar, pero que están en ti y sabrás sacar en el momento en que las precises. Que valoro en todo lo que vale cada momento que pasamos juntas, cuando te cuento y me cuentas, cuando te ríes y me río o cuando me preguntas mi opinión sobre algo que te preocupa.



Y cuando observo sin que te dés cuenta, la bien delineadas y bonitas líneas de tu cara, veo esos rasgos heredados que asocio con seres que me han transmitido sentimientos de honestidad, de bondad, de cariño y de paz; por eso me gusta tanto mirarte...



Recuerda siempre siempre, que has dado un sentido a mi vida, que has nacido del deseo de tenerte, que todas las noches de semivigilia de tus tres primeros años de vida y todos los pequeños escollos que hemos tenido que salvar juntas, han supuesto una nimiez comparado con todo lo que tú me has dado y todo lo que cada día me das.



No olvides dedicarte cada día una porción de tiempo para ti, tienes derecho a él y te beneficiará mucho más de lo que crees en este instante. Las reflexiones y las dudas se resuelven, mejor o peor, pero se resuelven, cuando no les damos prisas. Y para ello hay que tener tiempo nuestro, exclusivo.



¿Sabes? Eres un ser maravilloso. Eres un ser poético, has nacido con todas las características que empañan la poesía, la sensibilidad, la desbordante imaginación, la innata intuición, el amor por las cosas simples y pequeñas, la observación de los pequeños detalles, el amor, la pasión, la rabia ante la injusticia, la rebeldía y una tremenda alegría por la vida...



Por todo esto, mi niña-mujer, hoy quiero darte las gracias, por estar siempre ahí, haciéndome partícipe de tu vida, ayudándome cuando lo necesito, cuidando de mí, por dejarme disfrutar de tu frecuente presencia y por permitirme ser testigo de tu excelente crecimiento como persona.


Te mereces una buena vida y sé que tú sabes cómo tenerla porque has optado por desechar de tu vida lo accesorio y lo banal, y quedarte con la esencia de lo necesario y auténtico.



Que siempre te acompañe ese AMOR con mayúsculas a lo largo de tu vida.

El más tierno y profundo de mis abrazos para ti.






3 de noviembre de 2009

Aún, indicio de existencia.


Aún te recuerdo entre nieblas

en medio

de casi todo cuanto amabas

mirando

hacia arriba y aún más

donde no alcanzan los pájaros


Aún anidan en mí

tus palabras

y tus gestos y miradas


a veces parece que estés

aquí

a mi lado y ahora

aunque no te toque

aunque no me toques

ni me puedas besar


aún estás en mi memoria

hasta arriba

muy por encima del olvido

del tiempo y de la ausencia


permanecerás ahí

ahí

mientras yo tenga memoria

de mi vida en ti.

28 de septiembre de 2009

Si pudiera.

Si pudiera,
entraría en tu mente
no por simple curiosidad,
sólo para enterderte.

Si pudiera,
ahondaría en tu infancia
y hasta en tu adolescencia,
para indagar
qué mezquinos acontecimientos
provocaron ese terror infantil
que se agarrota en ti.

Si olvidara...,
si olvidara que soy humana,
estrujaría tu cerebro
para que soltase las palabras
y, ya sin ellas,
quedaran al desnudo las emociones,
ésasque te angustian y atenazan,
que te dominan y ordenan,
hasta convertirte
una y otra vez,
en la niña atemorizada,
la adolescente privada
que aún anida en ti.


Si pudiera...,
si pudiera desprenderme
de todas mis miserias,
te construiría una cabaña
donde pudieras soñar
que el ruido del bosque,
lejos de atemorizar
sólo te quiere arrullar
para que en su compañía
puedas ver vida y no soledad.

Mas sabes que no puedo,
aunque yo lo quisiera...

21 de septiembre de 2009




Porque te has diluido,
convertido en humo gris.
Ya ves, sin pretender volar...
¡tu ser ha devenido en gas!
¡Cuán efímero es el querer!,
pues al cambiar de estado,
olvidamos prontamente
en qué estado estábamos,
de qué mano nos agarrábamos
y hasta a quién pertenecía
nuestro amor profesado.
Fue bello, no obstante,
haberte contemplado
con blancura de nube,
aunque no fuese ésta tu identidad.

Fue hermoso creer, más de un instante,
que podría vivirte por siempre

como se viven las grandes hazañas,
las aventuras largamente anheladas.
Contar contigo fue un bello sueño
que yo disfracé de realidad.
(¡Ay, esta manía mía de no aterrizar!)
Ahora este sueño vaga sin dueño,
suspendido en el aire,
etéreo,
leve,
suave

ahumado...
sin saber muy bien a dónde irá.
¡Tampoco siento curiosidad!

4 de agosto de 2009

Contar las risas.



Podría contar, si tuviese la paciencia necesaria, las canas que pueblan mi cabeza.


Me llevaría mucho menos contar los años que hacen que se han instalado en ella.


Aseguran que los disgustos tienen relación directa con su aparición.


En mi caso, la más joven en tener canas de toda la familia, no sé si habrá sido por eso.


Sé que puedo contar muchos momentos de disgusto, muchos ratos de malestar. Muchos momentos de llanto doloroso.


Pero prefiero contar los muchísimos instantes de sonrisa, las risas espontáneas de cualquier ocurrencia pronunciada en mi presencia o imaginada por mi mente o, si me apuro, cualquier lectura errada que convierte un titular o texto cualquiera en una auténtica burrada.


Podría parecer que estoy loca, si alguien me viese por un agujerito, cuando la torpeza de mis ojos enfocan inadecuadamente y veo cosas que no son realidad para los demás, sólo para la imagen distorsionada que mi caprichoso nervio óptico se empeña en enviar al cerebro; como ni yo misma me lo creo, en cuanto percibo el error, me troncho de risa sola.


Y puedo contar también, muchos momentos de risas jóvenes a mi alrededor en las que he participado, por ser lo que son, expresiones de felicidad; momentánea sí, pero felicidad.


Y los juegos, los juegos de risas multiplicadas con mis hijos en su infancia, la risa que me producían sus gestos, sus muecas; las risas compartidas de sus razonamientos, de sus ocurrencias, de sus despistes y de los míos, de sus anécdotas y chistes.


Evoco las risas que ellos han compartido con mi padre, con su abuela paterna, con su tía abuela, con sus tíos, con sus primos pequeños y con los de su edad, con sus amigos y con los vecinos.


Más risas que enfados, más diversión que tristeza


Cuento mis arrugas. Tengo más alrededor de los ojos y en las comisuras de los labios. Justo en los lugares donde la risa nos hace contraer los músculos.


Si en algún momento las lágrimas dejaron surcos en mi rostro, ya se han borrado, la piel, sabiamente, se ha regenerado. Porque sabe lo que nos conviene, lo que es más saludable para nuestro organismo. No hay nada que cure más que la risa auténtica, la que sale de dentro sin planificarla, sin pensarla, sólo dejándola fluir.


Cuento, también, con muchísimos momentos de lo que yo llamo risa interior.
Me refiero a todas las situaciones en la que estando a solas, uno se encuentra a gusto consigo mismo, con lo que está haciendo, con lo que ve, con lo que escucha, con lo que siente... y entonces fluye la risa interior.


Y me encanta contar todas las situaciones en las que las payasadas y ocurrencias propias o ajenas compartidas con mis amistades, con mi familia, me producen ratos inolvidables de risas alegres.


Todos contamos con tiempos duros, durísimos. Con luchas internas, con preocupaciones gigantescas. Pero si usamos la balanza vital y ponemos en cada plato los llantos y las risas, seguramente, si somos honrados, veremos que se inclina más hacia las risas.
Aunque hayamos llorado más que reído.
Es sencillo. Nuestra memoria es prodigiosa, mágica, nos hace recordar lo que nos permite seguir viviendo: la risa como manifestación de bienestar, de alegría.


Y como sigo viva y quiero seguir estándolo, apuesto por la risa, sólo quiero llorar de la risa.


Llantos los justos, risas, todas cuantas seamos capaces de producir.

9 de junio de 2009

UNA NOCHE DISTINTA.


Posiblemente sabéis que corren malos tiempos para el amor, pues cuando la preocupación primordial se centra en la subsistencia pura y dura, en dilucidar qué ingredientes para la comida de hoy estarán tan asequibles que nos permitan comprarlos y que nos espera toda una semana de números y más números para cuadrar el balance del debe y el haber, en ver a qué le podemos quitar para poder en otro lado poner; está claro que no disponemos de tiempo para amar, ni a nosotros mismos ni a los demás. ¡Vamos,cómo para gaitas está el asunto!


Si no lo creéis, leed lo que sigue.


Una noche distinta.


Pareja en el dormitorio, ella haciendo anotaciones en una libreta con aire de honda preocupación. Él sale del baño muy ufano, con una revista de cochazos en la mano. La deja en la mesilla, se acuesta y se aproxima muy cariñoso a ella:


-"Retocemos un ratito está noche, cariñin".


- Sí, claro, cómo si no tuviera toda la mente con sus correspondientes conexiones nerviosas superocupada en cosas bastante más importantes. ¿Tienes alguna idea para poder pagar la maldita calefacción, que por cierto, de seguir así la tendremos que poner hasta en el verano, cuando nos falta más de la mitad del dinero del importe del recibo y de ahí tendremos además que comer...?


- Bueno, todo se arreglará, ya verás como todo se arregla tarde o temprano.


- Sí, sí, pues más vale que sea pronto, porque si se arregla tarde me llevará a mí con los pies por delante, porque ya se me agotaron todas las ideas y trucos hace tiempo.


- ¡Qué exageración! Disfrutas exagerándolo todo.


- ¡Faltaría más! Que los gastos fijos superen los ingresos es una exageración por mi parte. Que si esto sucediese sólo un mes, tendría un relativo arreglo, pero cuando llevamos un año arrastrando deudas del mes anterior al siguiente y así sucesivamente, ya me contarás dónde diablos está la exageración.


- Pues habrá alguna solución, digo yo. No sé..., por ejemplo pedir dinero a una financiera.


-¿Pero tienes idea de los intereses que cobran? ¿Cómo vamos a pagar la altísima mensualidad que adeudaremos a la financiera? Y estos no se andan con chiquitas, que te cobran o te cobran, te persiguen hasta en el infierno, vamos.


- Piensa entonces, algo habrá que podamos hacer.


- Sí, ya, ¿y por qué no piensas tú algo en vez de dejar que todas las soluciones las ponga yo? ¿Sabes que te digo? Que de seguir así ya te estás yendo al Carrefour a comprar pañuelitos de papel para vender en los semáforos.


- Desde luego estás de atar. ¿Cómo voy a ponerme a vender pañuelos de papel en los semáforos? Si además ya no los compra nadie. ¡Era lo que me faltaba!


- Pues ofrécete como acompañante amoroso, me da igual, pero haz algo que suponga traer dinero.


-Decididamente estás ida. No me puedo creer lo que estoy oyendo. No puedo creer que lo digas tú.


- ¿Ah no? ¿Y por qué no me creíste cuando te repetí mil y una veces que no podías ir a tomar el vermouth todos los días, ni quedar a tomar la cervecita con los compañeros del trabajo por las tardes y cuando trajiste el televisor de 42 pulgadas de pantalla plana y móviles para toda la familia, que si me descuido hasta se lo compras al perro?


- Pero si yo no hice más que lo que hacía todo el mundo, lo que constantemente repetían en los medios de c,omunicación, en los servicios técnicos cuando llevabas el televisor a reparar: "No le merece la pena arreglarlo, le va a salir más caro que comprar uno nuevo"...


- Ya, ya... Ya ves en qué dio la cosa. ¿Sabes que te digo? Que la que se va a poner en una esquina soy yo, con un cartel muy grande que diga: "Sin techo por marido incrédulo. Acepto trabajo doméstico a cambio de casa y comida, sin más responsabilidades".


- Pero...¿Cómo vas a hacer eso? ¿Quién va a hacer la comida y atender a los niños y hacer el resto de las cosas que tú haces?
- ¡Me largo!

- ¡Qué bromista eres! Ja jajaja.

- Ríete cuanto quieras, puede que sea la última vez que lo hagas en mucho tiempo. Yo ya he tomado mi decisión.

- Pero... ¿cuaaaaal?

- La de dejarte con todo el mundo publicitario que tanto reverenciaste, con los niños para que tengas en qué entretenerte mientras piensas cómo hacer para salir de este socavón y de paso haces la compra, friegas, pasas la aspiradora, cocinas, limpias el polvo, los cristales y todo lo demás.

- Me voy. Adiós.

(La mujer se levanta y se va. Él queda boquiabierto, tumbado, sin reaccionar.)


-

26 de mayo de 2009

Con otros ojos.


Sigo aprendiendo maneras de ver. Ver con otra edad, ver con otro ímpetu, ver con otra filosofía, ver sin claridad, escrutando en la semioscuridad lo que mis miopes ojos apenas si vislumbran, ver con otra idea, ver con otro sentimiento, incluso con otros intereses. No los perfecciono todos, claro está. Pero algunos ya me salen. ¡Qué curiosa es la forma de aprender! Y hay algo que me intriga enormemente: ¿todo esto que aprendo me servirá para no volver a ver como yo veo? Porque si como yo vi hasta ahora producía equivocaciones, errores, desencantos... ¿el ver con otros ojos me traerá aciertos, encantamientos?

¡Hum! Lo del encantamiento me seduce muchísimo. No sé vosotr@s, pero yo nunca estuve en un palacio encantado, por ejemplo, ni en un jardín encantado. Ya me gustaría, ya. Lo único que me viene a la mente relacionado con encantamiento proviene de los cuentos clásicos y la palabra "encantada" que pronunciamos cuando se nos presenta a alguien desconocido para nosotros. Es curioso que empleemos esta palabra en una presentación personal. ¿Cómo voy a estar "encantada" al presentarme a alguien que no conozco de nada? Estaría encantada si esa persona fuese alguien a quien yo admire muchísimo por el motivo que sea, es decir, de alguien de quien dispongo información anterior pormenorizada; pero ¿de alguien del que ni siquiera he oído hablar en mi vida? Las fórmulas sociales son muy curiosas, ¿no?

Pero siguiendo con lo que estaba, no sé a qué me conducirá el aprender a ver con otros ojos, si a cosechar éxitos o fracasos, dicho de manera coloquial; de momento no he conocido gente nueva lo suficiente como para obtener ningún tipo de resultado, pero al menos he practicado mi mente un poco más, me he esforzado (lo cual ya supone un tipo de ejercicio) y seguramente tropezaré de modo distinto al de otras ocasiones. ¿Quién me dice a mí que este modo distinto no pueda resultar más enriquecedor, o satisfactorio o incluso indoloro? Sí, porque el ver siempre de la misma forma produce dolor, y ese dolor es hacia uno mismo, y contra eso sí tenemos que hacer un esfuerzo para protegernos. Cualquier tipo de dolor es desaconsejable para la salud. Eso al menos debería de rezar en cualquier prospecto farmacéutico. Pero muchas veces nos provocamos el dolor con nuestra forma de ver las cosas. Y no sabemos cómo hacerlo de otro modo. Quizás no se nos ha ocurrido jugar a ser otros, como cuando éramos pequeños y jugábamos a ser indios o vaqueros, mamás o hijos, médicos o pacientes, o como cuando interpretamos un papel en el teatro o nos disfrazamos de otro en el carnaval. Quizás hemos perdido la ductibilidad que da el saber jugar, meterse en el papel, ser ese otro u otra distinto del que la sociedad, la familia y el entorno nos ha empujado a ser.

Sí, puede que se deba a eso.

¿Por qué no probar?