22 de marzo de 2007

Palabras para Lucía.




Fue precoz al nacer.
Llegó silenciosamente
prendida de vida por vivir,
con los párpados velados
y los puños cerrados,
el latido lento
y débil el aliento
ovillada de frío
succionaba con ansiedad,
un pulgar a medio formar.



Y... cuando al fin
le tocaba salir,
cubrió de llanto el cuarto,
de lágrimas la cuna,
de reclamos el pecho,
de miradas los rostros,
de preguntas sin palabras
y, a su manera dijo,
¡aquí estoy yo!

Exploró muchas sendas,
recaló en muchos sueños,
abordó en sentires,
jugó en ruletas
que no están en los casinos,
luchó, con fuerza,
contra el desamor.


Recorrió los poemas
que su vida escribió,
los llenó de palabras,
de amores los pobló.
Rezumada de vida
hasta él llegó,
de sus poros salinos
sus vientos llenó...

Y... un día...
¡a saber cuál!
aquellos vientos
que los salinos poros
absobieron por amor,
soplaron hacia dentro
y el soplo amainó.

Del todo a la nada,
de ti a mí,
de mí a ti...
¿qué hay?

Y aquello fue resbalar,
y lo otro caer,
para más tarde tropezar.
Que luego fue
llorar,
después gritar,
no poder pensar.
Llorar, amar, odiar,
odiar, amar, llorar.

Ahogó sus pensamientos,
detuvo las ilusiones,
arrinconó los deseos,
confundió las esperanzas,
escribió su epitafio
entre los nudos de sus dedos,
aspiró su veneno
con premeditada lentitud,
quizá empecinada
en que sus poros salinos
tradujesen de nuevo
la palabra a-mar.

Fue precoz al nacer.
Silenciosa su huida.
Prematura su muerte.
Eterna su poesía.
Y yo la quería.