4 de octubre de 2008

Llenando oquedades.



Tiempos de silencio
paseos interiores,
flujos descendientes
surcando oquedades.
llenando recovecos
nunca antes inundados.
Estímulos débiles,
impulsos tenues,
circuitos neuronales
sin conexión
retomando tareas
nunca antes estimuladas.
Y un dejarse ir,
casi un abandonar,
por momentos,
el latido vital
que mueve el estar.
Mas seguimos sintiendo,
seguimos susurrando
en medio del silencio,
apresamos un pensamiento,
aprehendemos los sentimientos,
y volvemos,
paso a paso,
a recibir caricias de luz
que calientan la piel,
que templan la carne
y animan el corazón.
Y entonces nos decimos,
tras ese demorado letargo,
que seguimos el fluir,
que todo es posible,
incluido el revivir.














14 de julio de 2008

Escasea la humildad.





Siempre me han sorprendido las personas que miran por encima del hombro a los demás, esas que se creen muy importantes; y no porque lo sean realmente por haber realizado algo bondadoso para la humanidad, por salvaguardar la naturaleza o el mundo animal; no, simplemente se creen importantes sin más. Parece ser que estar en posesión de ciertos títulos académicos o ejercer determinados puestos de trabajo reconocidos socialmente, da derecho a creerse mejor y superior que los que se dedican a limpiar la basura de nuestros pueblos y ciudades o a los que nos atienden en el supermercado o nos despachan el billete de autobús o la entrada del cine.

Curiosamente, si indagamos en la vida personal de muchas de estas personas que se creen importantes, encontraremos que sus orígenes pertenecen a ese escalafón social que se denomina "familia humilde". Puede que todo se deba a un complejo de inferioridad que no se ha superado; a un, para mi entender, equivocado complejo de inferioridad, porque uno puede sentirse en inferioridad de medios económicos o de conocimientos o de tiempo libre o de tener una u otra profesión respecto de otros, pero nunca sentirse inferior como persona si nos acompaña en el mobiliario cerebral un buen porcentaje de bondad, otro tanto de honestidad y la necesaria humildad para no olvidar quiénes y qué somos, simplemente personas. Porque tener un cierto apellido, un montón de dinero, muchos contactos sociales en los que nos mueven intereses de influencia político-económica y poseer miles de cosas materiales no nos hacen ser superiores como personas. Simplemente podremos ser más o menos afortunados en tener ciertos privilegios sociales que otros no poseen. Y es esta lucha por los privilegios la que motiva que el ser humano se vuelva más egoísta y ambicioso, depredador de la Tierra y destructor de sus propios congéneres, a los que engulle cual amantis religiosa tras alcanzar el éxtasis de poder para ser él y su descendencia directa quienes detenten el poder que les hace ser "importantes".

Me espantan las alfombras rojas que marcan el recorrido desde la limusina del "importante" de turno y de cualquier profesión hasta el recinto en que se le espera con todos los honores. Bajo esas alfombras se ocultan la mayoría de las ignominias humanas, como cuando escondemos el polvo debajo de la alfombra de la sala en lugar de recogerlo y llevarlo a la basura.

Me producen alergia los lujos desmesurados, tales como una bañera o un coche de oro. No entiendo que nadie necesite eso para bañarse o desplazarse. ¿Qué mueve a alguien a querer eso? Simplemente provocar envidia en los demás, sentirse admirado por lo que puede hacer con su dinero.

Me causa admiración el que con su dinero genera puestos de trabajo para que los demás puedan vivir, tener una casa, comer, vestir; el que ayuda a que otros, de muy diversas maneras: servicios sociales, médicos, voluntariado de todo tipo, etc., puedan conseguir una calidad de vida digna, Pero, a los que malgastan la riqueza generada, (muchas veces a costa de la extrema pobreza de otros), en estos lujos incomprensibles..., no los entiendo.

Aunque hay muchos otros que no van en limusina, su poder no ha alcanzado aún esas cotas, ni poseen propiedades consideradas valiosas, ni un puestazo de millones al mes y se creen, por tener cuatro cosas, superiores a los demás.

Y, curiosamente, vuelvo al significado de "origen humilde" para enfrentarlo al significado de "humildad", porque para mí ser de origen humilde significa pertenecer a una familia con escasos recursos ecónomicos; es decir, aquellos que no poseen un colchón en el banco para la época de la vacas flacas, vivir como mucho mes a mes (estoy pensando que en la actualidad una inmensa mayoría estaríamos en este caso). Pero "La Humildad" es algo mucho más complejo, es algo que se mama desde el nacimiento y que nada tiene que ver con el sometimiento a las jerarquías o jefes, ni con ser conformista con todo lo que nos quieran mangonear o manipular; no, tener sentido de la humildad es saber reconocer las equivocaciones, aceptar otras formas de ser distintas a las propias, escuchar opiniones ajenas con respeto y atención porque son dadas por un igual, una persona con la que podré estar o no de acuerdo y con la que puedo discutir, debatir o rebatir, pero que es un igual independientemente de su procedencia, de su puesto de trabajo o de su apellido, y, por supuesto, es no avasallar a los demás.

A menudo me tropiezo con gente que mira por encima del hombro a los demás. A menudo me tropiezo con gente carente del sentido de HUMILDAD. Y me da mucha rabia y mucha pena. No lo puedo evitar.

Mis padres tenían muchos defectos como humanos que fueron, pero creo que sí me enseñaron, sobre todo mi madre, el sentido de la palabra humildad.










9 de mayo de 2008

Al final... gracias mil.



El alma deshilachada.

Jirones que penden de hilos.


Palabras que duelen.


Mis verdades pronunciadas.


Mil heridas reabiertas.


Momentos infelices.


Instantes durísimos.


Llantos acongojados.


Temblores del corazón.


Inquietud del pensamiento.


Mil y una ideas agolpadas.


La sensación de hacer lo correcto.


El miedo a equivocarse.


El temor a la soledad.


El camino a emprender, en soledad.


De nuevo empezar.


Doy prisa al tiempo.


Querría saltar por encima de mí.


Por encima de todo.


Querría no pensar.


Tal vez ni sentir.


¡Qué difícil se hace terminar! ¿Cómo no recordar los momentos plenos, las ternuras dejadas en la piel, las caricias que tus escasas palabras representaban para mis sentidos? ¿Cómo olvidar la serenidad de tu arena blanca cuando inquieta recalé en tu playa? ¿Y lo suave brisa que acarició mi rostro de nuevas ternuras y puso alas a mis deseos y alegría a mi sentir? ¿ Y la ilusión de un nuevo comenzar?


No voy a olvidar nada de todo esto. Lo viví plenamente, le puse todo el empeño y el corazón. No usé mi razón. No quise hacerle caso. No estuve ciega, simplemente aposté.


No me arrepiento. La ilusión deseada tiene un gran valor.


Voy a olvidar los momentos flojos, los que no me gustaban, los que me angustiaban o enfadaban. Ya no los recuerdo.


Es sólo que se acabó. El límite estaba aquí, justo aquí, en este preciso instante en que me dije "se acabó", así no puedo seguir.


Pero doy las gracias por lo recibido, por haberte tenido tan cerca, por habeme calado tan hondo, por haberte amado tanto, por haber visto sólo lo que deseé ver.


Gracias por todo. Te deseo lo mejor, lo mejor para ti.


Un gran beso de despedida... y un abrazo especial.









26 de abril de 2008

Tras el silencio.



Se me ha impuesto el silencio. Por más recursos que he urdido, por muchas teclas que he pulsado, por muchos momentos en que he pensado..., nada me ha servido. El silencio se hizo dueño de este blog en el que sólo soy un mísero títere sin ninguna autonomía al que maneja cómo y dónde le viene en gana.


No es cuestión de capricho, lo prometo; tampoco es cuestión de vagancia, lo aseguro; mucho menos de pereza, casi lo juro si no fuese que está feo. Es sólo que lo que me apetecía decir me atañía sólo a mí y no deja de ser una faena para los que leen. También es verdad que no estaba muy lúcida yo para andar buscando temas de interés más social o sobre los que se pudiese opinar con cierta facilidad.


En "redimidas" cuentas, que mi cabeza estaba agotada, mi cuerpo iba a la par y... este ha sido el resultado: DON SILENCIO HA DOMINADO.


Pero fue un silencio sólo exterior. Mi cabeza siguió dándole vueltas a las palabras, ellas que son mi inseparable compañía y ¡ay! del día en que me falten, ¿que será de mí?


No prometo nada, no sé si este pequeño paréntesis en el silencio no será el preámbulo de un abandono. Hace un tiempo que creo que no debo seguir teniendo un blog. Será que ya le llegó la hora de acabar, como a tantas cosas en la vida. Se han cerrado muchos de los que yo visitaba casi a diario. Me dio mucha pena, pero todo tiene un fin y hay que respetar las decisiones ajenas aunque nos parezca que es como si un amigo nos cerrase las puertas de su casa porque se ha mudado al otro extremo del mundo.


Estoy en época de finales, por lo que se ve. Así es que quizás a esto le haya llegado también su hora de finalizar.


Los más allegados deduciréis fácilmente el porqué digo esto. Al resto, quizá les deba una pequeña explicación. Digamos que mi salud requiere que replantee cómo va a ser mi vida, qué cosas puedo seguir haciendo y qué cosas no, que debo reeducarme, que si no quiero padecer debo aprender a hacer las cosas de manera muy diferente y prestarme atención. Pero me había embarcado en un sueño al que no le quise ver los inconvenientes y que requiere una salud fuerte, muchas ganas y un buen presupuesto; amén de ser un sueño compartido, que atañía a dos y ahora sólo me atañe a mí. Entenderéis ahora por qué digo que es época de finales. Se acabó mi fortaleza, mi sueño y mi relación. Época de finales y de reflexiones, de coger fuerza donde quedan pocas, época de volver a empezar, pero con premisas mal formuladas.


Total, un cierto regusto amargo es lo que tengo en estos momentos, pero no desfallezco. Intento alargar plazos para no tomar decisiones precipitadas. Intento coger fuerzas para no agotarme en el intento.


Sigo hablando conmigo misma, en silencio con vosotr@s; continúo pensándoos, sigo estando disponible, pero ralentizada, he reducido la marcha al menos un 50 por ciento. Me canso de pensar y me evado en nimiedades, en las cosas que seguramente los otros consideran tontas, estúpidas o absurdas, pero que yo intento disfrutar al máximo porque me gustan, porque me permiten descansar el pensamiento. Puedo pasarme minutos contemplando una diminuta flor que ha nacido silvestre en medio del trozo de hierba que tengo o mirando la forma que tienen las nubes, o siguiendo el recorrido de la fila de hormigas que invaden mi casa intentando averiguar dónde tendrán su colosal madriguera (¡a juzgar por la cantidad que hay deben haber cogido la madriguera de una familia de conejos en vez de tener hormiguero!), o simplemente contemplar cómo anochece, los cambios de luz que se producen, la sensación térmica que se va experimentando en esos momentos y que tanto me afecta últimamente. Es como si necesitase ir reconcilándome con todo lo que me rodea, como si hubiese estado enfadada con todo o demasiado ocupada y ahora dispusiese del tiempo para darle más valor del que ya tenían para mí. Quiero y necesito ver el lado amable de todo cuanto existe en mi entorno inmediato. Me siento más amable yo también porque no tengo el agobio de correr para todos lados.


Y... bueno, sigo el proceso. No sé cuánto me llevará. Quizás un poco más de lo que creí, pero sé que saldré más tranquila, con más alegría y, quiero creer que, también, con más comprensión.


Debo añadir, un GRACIAS ENORME a tod@s l@s que os habéis preocupado y ocupado de mí y que continuáis haciéndolo de una u otra manera, vuestro sentimiento de amistad es infinito y verdadero.


3 de febrero de 2008

Una tarde estupenda.




Hay tardes estupendas en las que una no hace nada especial, nada extraordinario, pero que satisfacen, que se terminan con la sensación de tiempo lleno, muy bien empleado, tiempo compartido en el que lo importante es lo que se habla, cómo se habla, la disposición de ánimo al hacerlo, la total escucha del otro, el interés mutuo por lo que piensa el otro, por lo que tiene que contar, por lo que desea compartir contigo, por lo que recuerda de sí en los momentos en los que está contigo, lo que sugiere tu presencia, o tu momento vital, o tu circunstancia...


Y en esas tardes el tiempo pasa de un modo especial, transcurre, pero deslizándose en los gestos, deteniéndose en las miradas, iluminando los rostros, adivinando palabras, presintiendo emociones, sugiriendo olores...

¡Y ese tiempo es el mejor de los tiempos! Confesarse a uno mismo ante otro para conocerse más, para seguir caminando sabiendo qué paso se da, confiando momentos de otro tiempo y de otro lugar; quizás incluso, de lo que se fue y no se será más.


He pasado una tarde estupenda, se me nota ¿verdad?




10 de enero de 2008

Ella es así.




Para ti, que esperabas un poema y no vino la inspiración.

Tiene la cabeza poblada de rizos, todos distintos, medianos, pequeños, los más largos tocan sus hombros, los más cortos le rodean la cara; todos, ocultan sus orejas; los de atrás, se mueven con su andar.

Y en cada uno
anida,
al azar,
diferentes
maneras
de soñar
la realidad.

Los más rubios, pertenecen, sin duda, a los pensamientos claros.
Los más cerrados, a sus ansias de devenirse en caracola,
en un continuo fluir, que diría Heráclito si no recuerdo mal,
cerca del mar, oyendo su incansable ir y venir, pero a resguardo.
Los más abiertos, constituyen su faceta social, parlanchina, risueña,
atenta a lo que sucede a su alrededor, pendiente de las miradas, de los gestos de los demás, de escuchar entre líneas los pensamientos que no se dicen y adivinar lo que les está ocurriendo. Son sus rizos intuitivos.
Después están los acaracolados, en ellos destellean la inteligencia, la humanidad y la capacidad de saber ser.
En sus ojos, vivaces, despiertos, con cierto aire de ensoñación, de aguas verdosas, musgosas; dos humedales en los que entran todas las tonalidades de los ojos ajenos y que se tornan en pequeños espejos cuando intentamos penetrar en ellos; se traslucen irisaciones de recuerdos dolorosos aprehendidos en el corazón que la mente no logra erradicar y recuerdos alegres que auxilian su mirada y su pensar en la búsqueda de un nuevo andar.
Camina rápido, se escabulle, díriase que lleva alas escondidas entre las ropas.
Si se encierra en su caracola, no hay manera de pillarla, es como un correcaminos sobre pista de hielo. Si está en su faceta visible, se detiene en los gestos, sonríe con afecto y escucha o pregunta con interés de amigo y generosidad.
Contagia su alegría cuando con su carcajada percibes cómo se ríen sus ojos, esos verdosos humedales que se empapan de imágenes divertidas, jocosas, propias o ajenas.
Lectora empedernida, devora palabras y más palabras que acumula en su cerebro y sintetiza pasmosamente en cuatro ideas con diáfana claridad. Entiende lo difícil, le resulta sencillo. Adora la pulcritud. Necesita el orden en las cosas, todo tiene sitio donde estar. Sabe amar. Sabe dar con amplia generosidad. Defiende sus ideas y valores, apuesta por ellos, y se juega lo que tenga que jugarse si considera que algo es injusto o abusivo o raya en la necedad.
De sus actos se desprende nobleza, entereza y el querer saber hacer.
Navega entre dos mareas a las que no puede amar más; los motores de sus alas a ras del mar, su origen de vida y la vida a la que dio origen espumadas en su remontar.

Ella es así, y aún será mucho más...

La admiro, la respeto, la quiero y tengo la suerte de estar unida a ella por la amistad.