21 de noviembre de 2006

Violencia de género.












Hace poco leí un post que hablaba de unos días de vacaciones disfrutados plenamente, con buena compañía, buena comida, buenos vinos, al lado del mar... De esas vacaciones que sólo una persona con mucha madurez mental, cierta madurez por edad, mucha experiencia vivida, un gran bagaje cultural y un mucho de sensibilidad pueden realmente gozar de forma especial. Lo cierto es que, leyéndolo, mi imaginación podía casi hacer diapositivas de los momentos que vivió y de cómo los disfrutó; como cuando leo un libro que me permite volar con letras mayúsculas.                                                                                                    Foto sacada de Internet.


Pero hubo dos cosas que enturbiaron sus vacaciones. Una de ellas fue una escena que presenció el día anterior a finalizarlas por parte de un individuo que también se alojaba en el mismo hotel con su mujer y dos hijos de muy corta edad. Al parecer, estaban en un paso de cebra para cruzar y su mujer cruzó en un
momento en que no había coches. El individuo, que "llevaba" la silla con el menor de los niños (para que nos fiemos de los que empujan las sillitas porque atienden también a los hijos), estaba distraído y no cruzó. Al percatarse de que su mujer sí lo había hecho, comenzó a vociferar que qué hacía allí, que volviese inmediatamente, que ella no iba a ningún sitio si él no lo decía...
La mujer quedó paralizada, no sabía qué hacer, ya estaban siendo objeto de todas las miradas. Pero la cosa no quedó ahí. El energúmeno, no contento con las voces y las órdenes, dejó ir la silla del niño hasta la calzada, la abandonó, y cruzó hecho una furia, con una cara que daba pánico, hacia donde estaba su mujer, que seguía inmóvil y muda.

El autor del post y testigo del evento, más una señora que llevaba una muleta, en previsión de lo que con toda seguridad iba a sucecer a continuación, se abalanzarón rápidamente hacia el "atacante" y le pararon los pies, creo que, sobre todo las manos. No precisa exactamente cómo, pero las palabras "par de hostias" aparece escrita como lo primero que se le vino a la mente.
El "lindo maridito" no durmió esa noche en el hotel.
Explica el autor, además, que él tuvo que practicar la violencia por profesión y sabe bien qué es, pero que no puede soportar, que se pone loco con la violencia sobre l@s débiles y l@s indefens@s.
Para ser fiel a lo que dice, transcribo textualmente sus palabras, por sí solas dicen y explican más de lo que yo pueda decir; además de hacerme reflexionar sobre su contenido; éstas son:
"Sólo quien ha catado la violencia siente el odio que envuelve. Con ella no valen filosofías ni razones. Hay que vivirla para sentirla. No puede contarse".
(El blog en el que aparece el post titulado como Mediterráneo es: http://www.lamontalbana.blogspot.com, no sé si ya se ubica el enlace desde aquí, no sé cómo se hacen esas cosas, disculpad.)

Y, os diréis, a qué viene esta historia. Pues es sencillo, a que estamos en la semana dedicada a la "Violencia de género". A que hay que trabajar mucho para evitar su existencia, sea o no la semana dedicada al tema. A que cada día se constatan más casos en los que ésta se produce. A que violencia es un término amplísimo que a veces no somos capaces de dimensionar con exactitud. Que no es sólo violencia una bofetada. Que frases como la pronunciada por el energúmeno al caso "no puedes ir a ningún sitio sin que yo te lo diga" implican violencia, autoritarismo, abuso, poder... y un largo etcétera que tenemos que eliminar.

Hay una cosa que sí sé sobre la violencia: que la ejerce quien tiene poder y que produce un miedo terrible, anulador, aniquilador de toda voluntad y de todo raciocinio por parte de quien la recibe o sobre quien se ejecuta.

Posturas, intervenciones, opiniones como las de autor del post al que me he referido, hacen que podamos ser optimistas para que el futuro sea más esperanzador ante las denuncias, apoyos, protección y medios para las víctimas de la violencia. Pero, principalmente, para ser conscientes de que es un problema que nos atañe a tod@s y sobre el que podemos aportar nuestro pequeño grano de arena de muchas maneras diferentes, hablándolo, coeducando, posicionando, exigiendo a las autoridades una intervención, defendiendo y, por supuesto y sobre todo, CONDENÁNDOLA.

17 de noviembre de 2006

RETOMANDO.


Retomo la tecla tras más de un mes en silencio. No ha sido del todo voluntario, pero sí largo de explicar. Como suelo excederme en explicaciones, sintetizo: ocupaciones varias, divagaciones y problemas con la cuenta de blogger.
Así pues, tras echar de menos este familiar tecleo en momentos nocturnos, vuelvo con los que queráis participar del resultado.

Esta semana el cielo se ha obscurecido, el otoño reclama su tiempo y parece que se ha instalado definitivamente. Casi nos habíamos acostumbrado a prescindir de su presencia.

Nos gustaba la presencia del rey Sol en el despertar de la mañana, su calor bondadoso en el mediodía y su sutil desvanecerse en el atardecer temprano... Los atardeceres se mostraban maravillosos, inflados de rosas y naranjas y azules desvaídos, casi entretejidos a jirones en la escasas nubes coloreadas. Calma. Sosiego. Casi ternura. Belleza absoluta...

Las plantas continuaron creciendo. Los arbustos se negaron a despojarse de las pequeñas flores que los cubren. Los árboles no cambiaron de color, no permitieron que sus hojas cubriesen cual manto vegetal la superficie del campo, del cemento y del asfalto de las ciudades y pueblos. La savia corría incesante por su interior haciendo caso omiso del calendario.

Los colores. Esos fascinantes marrones, los sugerentes amarillos, los atrevidos naranjados, los brillantes dorados... Faltaban.
Quizá también nos faltase la melancolía que los acompaña. Quizás estemos extraños sin ella.
Quizás...
Otros, en cambio, estaban encantados de este supuestamente ventajoso, para nosotros los del norte, cambio climático.

A mí, personalmente, me encanta tener un poco más de temperatura, que no llueva tantos días, que el verano se prolongue; pero me preocupa.
Leo las predicciones futuristas que hacen los científicos al respecto y, sólo de pensarlo, me entran ganas de llorar: que si kilómetros y kilómetros de costa se inundarán y desaparecerán, que si el verde de campos y praderas se tornará amarillo cual paisaje castellano viejo...
¿Qué decir? Me preocupa.

Y el caso es que no quiero preocuparme con antelación, ni gratuitamente, bastante tengo ya con las preocupaciones del día a día. Pero está claro que hay otro tema a mayores sobre el que ponernos en aviso. ¿Medidas a tomar? ¿Acuerdos? No sé si tomaremos esto en serio. ¡Hay tantas cosas que deberíamos tomar en serio y atajarlas antes de que sean incontrolables!

Sea como fuere, el caso es que no me gustaría presenciar cómo desaparecen los bosques, los campos, muchas especies animales... En definitiva, cómo sembramos la desolación, aunque ejemplos de cómo se hace hay para dar y tomar.

Cierto es que el tema preocupa a muchos, supongo que a alguna de vuesas mercedes también.

Y, ¿saben que les digo?, que por hoy no voy a preocuparme más de este asunto. Creo que voy a buscarme otro, que hay donde escoger. Perdonen la ligereza, es que estoy "desentrená" ya de escribir y tengo que retomarlo poco a poco, bebiéndolo a sorbos pequeños, como dicen los entendidos , que hay que beber el buen vino, dándole unas cuantas vueltas en el paladar y dejando que inunde todos nuestros sentidos, hasta que nos empapen sus aromas, su sabor, su textura, su cuerpo...

Pues eso, que vuesas mercedes lo paladeen bien, lo disfruten y encuentren un buen lugar donde descorcharlo en compañía y buscar posibles actitudes que ayuden no seguir con este ritmo desolador.

Buenas noches y buen provecho.