19 de enero de 2007

Llevándote.


Me gusta pensarte
cuando no estás
a mi lado
porque así te
llevo en mi mente
y ahí te miro
largamente.

Te hablo bajito
y te sonrío
cuando no estás,
te cuento lo que pienso
y lo que veo,
l os sentimientos
que se agolpan
en mi interior
y hasta las contradicciones
que me dictan
mente y corazón.

Me gusta llevarte
cuando no estás,
a mi paso y a mi ritmo
para acelerar el tiempo
que nos separa
y acortar esa distancia
con puente levadizo
que cruza nuestras vidas.

Te veo en la blanca luna
creciente que asoma
apenas
su resplandor
en la noche,
y en la luna llena
cuando altanera se convierte
en la gran dama de la oscuridad,
en guía del caminante
y en sueño de amante.

Me gusta imaginarte
cuando no estás,
rozar con mi mirada
suavemente, tu sonrisa.
Me gusta soñarte
cuando no estás
para olvidar que a mi lado
hay un lugar
aún por llenar .

Me gusta, ¿sabes?,
me gusta pensarte
cuando no estás.
Y cuando estás...
me gusta besarte,
tocarte y sentirte.
¡Ay!, sí, cuando tú estás.

17 de enero de 2007

Conversando contigo.


Dedicado a ti, el que siempre está.

Cuando mi inquietud se desborda y
la sinrazón inunda mi pensamiento,
tú estás ahí,
mirándome
desde la permanente paciencia,
desde la confianza extrema,
desde la calma infinita.

Cuando mi pensamiento está absorto y
apenas te escucho,
o te hablo...
te haces casi invisible,
formas parte del mobiliario
para no interrumpirme,
para no alterarme.

Y así permaneces por minutos,
por horas,
hasta que,
de alguna forma logras,
siempre suavemente,
que vuelva a ti,
que me resguarde en tu pecho,
que esboce una sonrisa,
que solicite un abrazo o
una caricia en las manos.

¿Sabes? A veces me sorprendo de lo silencioso que puedes llegar a ser, de lo poco que necesitas mis continuas palabras o mis largas explicaciones y me pregunto cómo es que lo aguantas.
Por no hablar de mi desenfreno verborreico cuando presupongo más de lo que debiera y me embalo y te lanzo reproches injustificados. Entonces tú, impertérrito, me miras. Y en tu mirada no hay nada que delate que me estoy equivocando, que no hay lugar para el reproche. Tampoco dices nada, me dejas en mi desahogo. Después, al rato, me cuentas algo y del modo más natural, comentas algo que echa por tierra todos las palabras que mi ira te echó encima. Y, en ese momento, no sé dónde meterme, en qué recóndito lugar podría caber toda mi estupidez para que, al menos, no saliese a la luz en una buena temporada.
Y cuando estoy preocupada, distraes mi atención hacia ti, me coges la mano a la vez que me miras con una cálida sonrisa y sacudes mi mano para hacerme volver al instante actual... Y lo consigues, así, suavemente, sin discusiones, sin malas caras, con dulzura, con amor.

Y es así como se confirma mi presentimiento de que en ti hallé un puerto, un puerto natural, la fina y blanca arena de la inmensa playa de tu ser que acogió dulcemente mi vagar de olas, mi búsqueda solitaria hasta recalar en ti...

Y así, envuelta en tu arena
mudo,
cual caracola que mecen las aguas,
de mi inquietud
a tu serenidad
siguiendo el mismo vaivén
de las mareas de nuestro mar.

15 de enero de 2007

Silencio.


Guardad silencio.
Escuchad su sonido,
es diferente,
es reconfortante,
permite escuchar vuestro interior.

Guardad silencio.
Por todo aquello que habéis
dicho de más cuando no queríais.
Por todas las veces que,
sin querelo, vuestras palabras han herido.
Por todos los secretos
que alguna vez os han confiado.

Guardad silencio
siempre que deseéis hablarme,
cuando la tristeza inunde vuestros ojos,
cuando el dolor se apodere de vuestro cuerpo
y creáis que el aire no llega a vuestros pulmones.

Guardad silencio y pensad,
pensad bien lo que queréis decir.
Será entonces,
tras vuestro meditado silencio,
que yo,
atenta, dispuesta,
preparada...
os escucharé.

2 de enero de 2007

Creencias.


Creí en ti.
Una vez creí en ti.

Te imaginé
con más amor.
Creí ver
comprensión.
Te sentí
cerca,
pareja a mí.

Me equivoqué.
Ya ves,
todo se puede
confundir:
el cielo
con el mar,
la disculpa
con la sinceridad,
el sueño
con la realidad,
el dolor
con gozar,
la risa
con las ganas de llorar,
la calma
con la tempestad,
compartir
con acaparar...

Creí en ti.
Una vez creí en ti.

¡Cuánto se puede equivocar!
Mas todo pasa.
Tú también pasarás.
Entre presencia
y ausencia,
siempre cabrá
el soñar.

Creí en ti.
Una vez creí en ti.

En el tiempo,
en la distancia,
a través del pensamiento,
por encima de las nieblas,
guardaré la sospecha en mi creencia de ti.