7 de febrero de 2007

Rompiendo silencios.

Si vienes y no estoy...es que no coincidimos

Volvió.
Otra ráfaga
rozó su rostro,
otro insulto
penetró en su
oído.

La rabia,
la poderosa rabia
inundaba su mente
su tensa musculatura,
cada gota
de su sangre,
las chispas
de sus encendidos ojos,
la sudoración
fría
que asomaba
a su frente,
a sus manos,
a sus axilas,
esas gotas de sudor rabioso
que resbalaban ya
por sus mejillas...

No pudo.
Gritó.
Quiso evitar
el golpe.
Pero no pudo.

La bofetada
se quedó.
Se quedó clavada
en la concavidad
de su ojo.

¡dios, se saldrá!,
Se agita,
pulsea,
late como el corazón,
se saldrá de la cavidad...
¡Me va a estallar! -pensó.

Pero no,
no salieron lágrimas,
no iba a darle ese gusto.
Toda su rabia para él,
absolutamente toda
la rabia era suya.

No entendía por qué.
No habia un motivo.
No había una causa.
Tampoco una razón.
Ella no era culpable
de nada,
de nada de lo que allí ocurría.
La habían traído,
la habían llevado.
la habían manejado...
¿qué más querían de ella?
¿silencio?
¿obediencia ciega?


No. No habría silencio.
No quería más silencio
de la vida que llevaba.
Sólo quería paz,
la que allí no había,
la que nunca
le habían dado.
Sí, quería,
necesitaba paz,
pero no el silencio
de lo que le hizo.

Se encaminó,
como cada día,
hacia su centro escolar.
A veces iba, por ratos,
hasta otro lugar.
Por pasar el rato,
por distraerse,
por desahogar...
total,
¿qué iba a aprender allí?
¿acaso enseñan
cómo esquivar
los golpes?
¿cómo dejar de sufrir?
¿cómo acallar los gritos?

Sí, a veces,
se paraba o se iba
a otro lugar,
por distraerse,
por no pensar.
Los profes no lo entendían.
¿qué sabrán?
¿acaso les gritan...?
¿les dan golpes...?
¡Bah!, ¿qué sabrán?

Pero hoy no,
hoy no se iba
a ese otro lugar.
Hoy su silencio
se quiso desperezar.
Su mente habló,
Su boca pronunció.
El silencio se olvidó.
Y alguien
la escuchó.
Y después,
alguien más.
Preguntaban.
Contestaba.
No hubo silencio.
Hubo llamadas.
Conversaciones.
Explicaciones.
No hubo silencio.
Hubo advertencias,
serias advertencias.

Respiró.
No estaba sola.
A pesar de todo.
No estaba sola.

4 de febrero de 2007

Agradecimiento.



Ya pasó. Mi susto sobre mi estado de salud, pasó. Y digo susto porque nunca creí que tuviese exactamente lo que casi me habían diagnosticado, creí tener algo peor y con mucho menos remedio. Pero mira tú por donde, este susto trae un montón de cosas buenas.
Para empezar, la cantidad de personas que han estado pendientes de la realización de las pruebas, de saber cómo estaba, de si necesitaba algo. Seguimos con la que me hace la compra, me trae las cosas. La que sigue viniendo a limpiar. Continuamos con las llamadas telefónicas, los recados que fulano manda por mengana, los mensajes, los correos... A continuación llega la sorpresa cuando alguien se salta a la torera el protocolo pertinente y se presenta en mi casa para comer conmigo ¿...?
Y claro, de repente una es consciente de la preocupación que su estado de salud ocasiona en los demás. Y cuando esto ocurre es porque sienten algo por esa persona. Y pienso, no les debo dinero a ninguno de ellos, así es que su preocupación no es porque la palme y no puedan cobrar las deudas. Aspecto económico descartado. Tampoco porque no se encuentre otra persona que haga mi trabajo, las hay a miles. Será, entonces, que, cada uno a su manera, me aprecian y me quieren. Y resulta que meto gol. ¡Qué creída! - diréis. Pues no, hay gente que me quiere mucho más de lo que yo creía. Una de ellas hasta me lo ha confesado públicamente en su blog y... claro, esto no me lo esperaba ni de lejos. Tamaña confesión hecha por una persona aconfesional, tiene mucho mérito, si a esto se le añade que no suele expresar estos sentimientos en persona nunca, pues doble o triple mérito. ¡Jolines, que me ha emocionado una barbaridad!
Y bueno, qué deciros a
tod@s, que muchísimas gracias por estar pendiente de mí, por haber formado parte de vuestro pensamiento en unos instantes de vuestro cotidiano quehacer, por animarme y, por supuesto, por quererme. Que el lunes ya estoy de nuevo despotricando contra algo o contra alguien, con las prisas en las maneras y, supongo, con una buena sonrisa para empezar muy bien la semana tras este paréntesis preventivo.
Y gracias a ti, la que quiere sin voz, por tener la valentía de escribirlo y los ov.... para reconocerlo.
Desde mi rincón: gracias por estar y ser, sin su existencia yo no sería. Y, ahora que lo pienso, me gusta esto de ser sabiendo que sin el ser ajeno no tendría sentido. Ser sólo para uno no colmaría ni uno solo de los sentidos... ¿a quién le contaríamos lo visto, lo escuchado, lo palpado, lo olido o lo saboreado? En mi existencia están
l@s otr@s, no la quiero sin ell@s.