9 de mayo de 2008

Al final... gracias mil.



El alma deshilachada.

Jirones que penden de hilos.


Palabras que duelen.


Mis verdades pronunciadas.


Mil heridas reabiertas.


Momentos infelices.


Instantes durísimos.


Llantos acongojados.


Temblores del corazón.


Inquietud del pensamiento.


Mil y una ideas agolpadas.


La sensación de hacer lo correcto.


El miedo a equivocarse.


El temor a la soledad.


El camino a emprender, en soledad.


De nuevo empezar.


Doy prisa al tiempo.


Querría saltar por encima de mí.


Por encima de todo.


Querría no pensar.


Tal vez ni sentir.


¡Qué difícil se hace terminar! ¿Cómo no recordar los momentos plenos, las ternuras dejadas en la piel, las caricias que tus escasas palabras representaban para mis sentidos? ¿Cómo olvidar la serenidad de tu arena blanca cuando inquieta recalé en tu playa? ¿Y lo suave brisa que acarició mi rostro de nuevas ternuras y puso alas a mis deseos y alegría a mi sentir? ¿ Y la ilusión de un nuevo comenzar?


No voy a olvidar nada de todo esto. Lo viví plenamente, le puse todo el empeño y el corazón. No usé mi razón. No quise hacerle caso. No estuve ciega, simplemente aposté.


No me arrepiento. La ilusión deseada tiene un gran valor.


Voy a olvidar los momentos flojos, los que no me gustaban, los que me angustiaban o enfadaban. Ya no los recuerdo.


Es sólo que se acabó. El límite estaba aquí, justo aquí, en este preciso instante en que me dije "se acabó", así no puedo seguir.


Pero doy las gracias por lo recibido, por haberte tenido tan cerca, por habeme calado tan hondo, por haberte amado tanto, por haber visto sólo lo que deseé ver.


Gracias por todo. Te deseo lo mejor, lo mejor para ti.


Un gran beso de despedida... y un abrazo especial.