23 de enero de 2011

Mimosa para Senior Citizen

Ignoro lo que ha sido esta mujer en sus años mozos, cuando la vida ofrecía decisiones indavertidas que se tomaban sin saber cómo ni porqué. Ignoro cuáles fueron sus experiencias, su trabajo, su círculo de amistades. Nada sé de su antes de aparecer comentando en los blogs que yo visitaba y en este en el que publico, pero me gusta imaginarlo. Me gusta cómo habla en palabras escritas,  de cómo suenan las habladas,  tampoco sé; admiro su valentía de emprender  esta aventura virtual con una maravillosa facilidad (usando sus propias palabras) en la "curva de la vida", llenar su espacio de temas que los demás olvidamos, decir las cosas sin rodeos y llamándolas por su nombre, recordar a los que significaron y ahora no están, descubrirnos poemas de los que nada sabíamos, historias que pocos escucharon y poner el punto sobre muchas de la ies de la a veces terrible actualidad. La cultura encuentra asiento en su patio andaluz, entre macetas de geranios y una reproducción de el macasar; solo le falta una mimosa, por eso yo, virtualmente y cómo muestra de lo mucho que la admiro, se la voy a regalar.





Disfruta mucho con las visitas, las atiende siempre con prontitud; este es el patio en el que escribe, por si os queréis acercar: http://www.el-macasar.blogspot.com/






Senior, siento que en la foto no pueda incluir su olor, pero seguro que tú lo evocarás con facilidad. En mi casa flota su fragancia desde que floreció. Ahora, cuando la miro, también me acuerdo de ti.

























19 de enero de 2011

Cuaderno de visitas para A.





Acabas de estrenar un libro de visitas, como en los restaurantes famosos, los museos o las fundaciones. Este es más personal, más íntimo, se extiende a las personas que compartieron y comparten tiempo contigo.

Pensaste en comprar un cuaderno precioso, con pastas de color verde esperanza y páginas de todos los colores: naranjas, para plasmar en ellas todos los amaneceres contemplados tras una noche de amor y toda la espontaneidad de las alegrías ; rojas, para contar en ellas todas las pasiones que anidaron e inundaron tu ser y que todavía inundarán; grises, que narren la tristeza que embarga y la lluvia que nos resbala por el cuerpo desde la mirada; marrones claro y oscuro, para decir de los senderos del otoño por los que caminar sin prisa observando el volar de las hojas en su descenso al suelo alfombrando el crujiente camino que se pisa; amarillas, para anotar lo que celosamente se guarda y resulta complicado compartir; lilas, que reflejen el alivio sentido tras haber escrito en ellas las palabras que más dolor  han causado; azules, como el cielo y el mar de verano, en las que contar la sensación de frescor en la piel cuando las olas envuelven con guiños de sol y nos sentimos renacer;  blancas, que cuenten los momentos más puros, inocentes y templados; rojoazuladanaranjadas, que resuman la belleza de  los anocheceres de los días vividos con intensidad y de los vividos desde el sosiego; verde claro, en las que escribir los momentos nuevos, los de nuevos encuentros en el camino como lo hace la primavera en los brotes de las ramas. Pensaste en comprarlo, pero no es necesario, cada hoja se pintará del color elegido atendiendo a su contenido y al gusto de la persona que en él escriba; así, cada cual, escogerá a su gusto el color del tiempo compartido.





Parece ser que seré la primera en comenzar a contar mi tiempo contigo.
Vuelvo atrás en el recuerdo y te cuento, en hoja naranja:


Corría el mes de setiembre y teníamos como década y media menos. Me habían hablado de ti y tenía ganas de conocerte. La idea que nos hacemos previamente de quien aún no conocemos más que a través de los ojos ajenos, no siempre coincide con la realidad; pero mi idea se vio superada. Me gustó la claridad de tu aspecto, tu forma de vestir, la limpieza de tu mirada y la alegría que emanaba de tu sonrisa. Tus manos, finas, delicadas, cuidadas, expresivas, hábiles.

Algo se cruzó en nuestras miradas, quizás una reciprocidad sobre una idea previa.

Había fuerza en tus palabras, energía que fluía en lo que decías. Y seguridad, lo que decías, equivocado o no, se revestía de seguridad porque respondía a un razonamiento lógico y a una reflexión  sobre el cómo y el por qué.

Empezamos a trabajar juntas. Y fue un privilegio. Tu mente sintética, práctica, resuelta, abrió caminos para lograr objetivos. Subyacía una voluntad convencida de hacer, de hacerlo lo mejor posible, y nos cuestionábamos cuando algo no resultaba como esperábamos. Recuerdo la fluidez que surgía con total naturalidad en las intervenciones que hacías, con la confianza de quien está a gusto y se manifiesta como lo haría si se encontrase en su casa. Todas las horas que trabajé contigo se quedarán en mi memoria como tiempos de disfrute, aprendizaje y buen hacer.
Por eso escogí el color naranja para esta hoja en la que escribo en tu cuaderno de visitas, porque juntas trabajamos con alegría, y no hay mejor y más productivo modo de trabajar que el de poder hacerlo codo a codo con alegría.

Si he refrescado tu memoria, espero que aflore, tras leer estas palabras, tu bonita sonrisa.
Un beso con sabor a mar.




8 de enero de 2011

Siempre tus palabras.

A Pablo.




Andan sueltas las palabras por la casa, las recojo en cualquier lugar; en la cocina en medio de los olores que se desprenden de las ollas o del horno; tumbadas en el sofá de la sala; por las escaleras; en el estudio o en el cuarto de baño. Las conozco. Siempre estuve muy unida a ellas, desde su primera y titubeante  vocalización. Estos días son cercanas, están aquí, pero habitualmente se desparraman en otros lugares que no me son  accesibles. Y es un gozo encontrarlas; a veces, adormiladas; otras, serenas y lúcidas.





A veces son breves, cuando las preguntas escuchadas requieren respuestas de rotundidad;  otras lentas, cuando el pensamiento se enrosca en las espirales del cerebro buscando las conexiones que pongan en funcionamiento a las neuronas despistadas que se pierden y adormecenen entre circunvoluciones y cisuras como si de un laberinto se tratase. A menudo siguen teniendo, al inicio y al final, signos de interrogación.
Y llega una a acostumbrarse, en pocos días, a esas palabras desparramadas; como si nunca se hubiesen ido, como si solo hubiesen estado en silencio más tiempo del habitual. ¡Es tan fácil fascinarse con ellas, discutirlas, contrariarlas, asentirlas o simplemente escucharlas...! ¡Es tan fácil tenerlas cerca y tan difícil verlas alejarse aún sabiendo que volverán!



En la mañana, aún me parecía encontrarlas en medio de las sábanas al deshacer la cama y al recoger las toallas para lavarlas; entre las tazas y en la cafetera Esta tarde, al regresar a casa, se habían ido. Y un hueco raro se hizo entre ambos pulmones.




Me di cuenta, entonces, de lo rápido que me habían pasado estos días tan tranquilos, en lo a gusto que me he sentido teniendo cerca tus palabras, tu sentido mimo y tu amor incondicional. Gracias por dejarme compartir tu ser otra Navidad más.

1 de enero de 2011

Efímero en amarillo.



Mírate, cúanto has crecido. Apenas  medías dos metros, tu tronco era una rama delgada que se doblegaba con los vientos suaves, parecías romperte cuando Eolo se enfurruñaba. Pero tienes el don de la ductilidad, sabes mecerte en la brisa y bailar con el viento esa danza sabia que aparenta no oponer resistencia en los embates hasta recuperar tu ascensión a la luz que te alimenta. Temí por tu vida en más de una ocasión. Siempre te otorgué una atención especial, el más contemplado de los arbolillos que planté, con el que más ansia esperé la floración. Es por tu vistosidad amarilla, por tu olor tan especial que inunda el espacio y nos empuja a buscarte. Tus flores, redondos y diminutos algodones pelosos tintados de amarillo intenso, se cuelgan por doquier a lo largo de todas tus ramas recostados entre las plumas verdes de las hojas.
No recuerdo bien cuándo fue que vi por primera vez a uno de tu especie, solo recuerdo quedarme prendida en su flor, en su tacto suave y acariciador y que, inusualmente, nació en mí el deseo de tenerte cerca, de mirarte cada día,  de impregnarme de tu olor.
He cuidado de ti como se cuida a los buenos amigos, esos que llenan la vida de momentos de intimidad, de gustos compartidos, de risas francas y llantos  inevitables,  de  comidas relajadas y cafés  de conversación. Sé que un día, tú seguirás engrosando, duplicarás tus ramas y cada  otoño miles de brotes de algodón poblarán tus ramas para florecer en invierno, en alegre contraste con el gris del cielo; y sé también que yo no estaré aquí, frente a la ventana o al pie de tu tronco, para mirarte, para alentarte en tu explosión amarilla, para susurrarte la belleza que me empapas. Yo marcharé, de un modo u otro, y tú seguirás aquí, donde te planté, haciendo que otras miradas se posen en tus ramas, que otros ojos se inunden de amarillos y otras manos acaricien tu espalda.
Marcharé tranquila, sín lágrimas. Sé que sabes que te llevaré conmigo, aquí, en el alma; porque te quise, te cuidé, te hablé con la mirada; y tú me diste, mucho más de lo que yo esperaba; tanto tanto, que cuando mire a otros, solo te veré a ti, plantado ante mi ventana.
Recuerda lo efímero de toda estancia, entenderás entonces que te di cuanto pude darte; eso bastará para que sin mí llegues tan alto como quieras, porque en tu deseo está la fuerza y en tu voluntad la decisión.
Anteayer parecía que echarías tus ramas a volar, ¿sabías ya de  mis alas?
Presiento que lo sabes, a pesar de no decir nada.
No me cabe duda, florecerás, amarillo y hermoso, esta semana. Me darás un ramo de algodones que dejaré secar sin agua. Lo pondré sobre la cómoda para que me coloree cada mañana.
Hasta que tenga memoria te guardaré en mi mirada, a ti, árbol con nombre de mujer frente a m ventana.