10 de enero de 2008

Ella es así.




Para ti, que esperabas un poema y no vino la inspiración.

Tiene la cabeza poblada de rizos, todos distintos, medianos, pequeños, los más largos tocan sus hombros, los más cortos le rodean la cara; todos, ocultan sus orejas; los de atrás, se mueven con su andar.

Y en cada uno
anida,
al azar,
diferentes
maneras
de soñar
la realidad.

Los más rubios, pertenecen, sin duda, a los pensamientos claros.
Los más cerrados, a sus ansias de devenirse en caracola,
en un continuo fluir, que diría Heráclito si no recuerdo mal,
cerca del mar, oyendo su incansable ir y venir, pero a resguardo.
Los más abiertos, constituyen su faceta social, parlanchina, risueña,
atenta a lo que sucede a su alrededor, pendiente de las miradas, de los gestos de los demás, de escuchar entre líneas los pensamientos que no se dicen y adivinar lo que les está ocurriendo. Son sus rizos intuitivos.
Después están los acaracolados, en ellos destellean la inteligencia, la humanidad y la capacidad de saber ser.
En sus ojos, vivaces, despiertos, con cierto aire de ensoñación, de aguas verdosas, musgosas; dos humedales en los que entran todas las tonalidades de los ojos ajenos y que se tornan en pequeños espejos cuando intentamos penetrar en ellos; se traslucen irisaciones de recuerdos dolorosos aprehendidos en el corazón que la mente no logra erradicar y recuerdos alegres que auxilian su mirada y su pensar en la búsqueda de un nuevo andar.
Camina rápido, se escabulle, díriase que lleva alas escondidas entre las ropas.
Si se encierra en su caracola, no hay manera de pillarla, es como un correcaminos sobre pista de hielo. Si está en su faceta visible, se detiene en los gestos, sonríe con afecto y escucha o pregunta con interés de amigo y generosidad.
Contagia su alegría cuando con su carcajada percibes cómo se ríen sus ojos, esos verdosos humedales que se empapan de imágenes divertidas, jocosas, propias o ajenas.
Lectora empedernida, devora palabras y más palabras que acumula en su cerebro y sintetiza pasmosamente en cuatro ideas con diáfana claridad. Entiende lo difícil, le resulta sencillo. Adora la pulcritud. Necesita el orden en las cosas, todo tiene sitio donde estar. Sabe amar. Sabe dar con amplia generosidad. Defiende sus ideas y valores, apuesta por ellos, y se juega lo que tenga que jugarse si considera que algo es injusto o abusivo o raya en la necedad.
De sus actos se desprende nobleza, entereza y el querer saber hacer.
Navega entre dos mareas a las que no puede amar más; los motores de sus alas a ras del mar, su origen de vida y la vida a la que dio origen espumadas en su remontar.

Ella es así, y aún será mucho más...

La admiro, la respeto, la quiero y tengo la suerte de estar unida a ella por la amistad.