21 de noviembre de 2010

Despalabrando el alma.






















Se borraron los huecos,
las algas los cubrieron,
en medio de la lluvia
una voz ahogada.

Y en medio de todo, la nada.
Y el todo cubierto de lodo.
Y la nada sabiéndose algo.
Y algo convirtiéndose en todo.

Todo lo que se tiene
se puede desvanecer.

Si acaso lo aprehendido
puede permanecer
entre los huecos de los dedos,
entre los poros de la piel.

¿Y tu piel... es mi piel?
¿Y mi poro... es tu poro?

Me duele tu dolor,
tus lágrimas me lloran,
me atenaza tu temor,
se me clava tu mirada.

Lo que tus ojos llovieron,
puntas clavadas en mí,
lo que aulló tu garganta,
cráteres en mi alma.

Si yo supiera cómo,
te desnudaría entera
despojándote de lluvias,
despalabrándote el alma.

En tus ojos de luna
se perdió tu mirada,
encontrarla en tu risa,
mi ferviente cruzada.


A ti, la de ojos de luna y risa estallada,
para que remontemos juntas
los caminos de Seara,
perdiéndonos entre el sabor
de una mora grana
y el olor de la tierra abandonada;
o para encaramarnos al cerezo talado,
pasión deliciosa de mi infancia,
desde donde otearemos
alguna suerte de sol entre nubes desparramadas.


8 de noviembre de 2010

Retrato de aire.




Tiene una edad incierta, un rostro afable y dos ojos azabache de intensa mirada.
Disfruta de la soledad buscada tras la impresión de una lectura, la mirada introspectiva en la repetición de lo leído, releer mentalmente las frases más bellas o aquéllas que le impresionan con nuevas miradas. Le gusta caminar por sendas solitarias, lugares de todos en los que encuentra dibujos trazados en espirales de viento, lluvia y nubes, o en los que el sol ilumina con ojos de niño, diminuteces de instantes sentidos, soñados o imaginados desde  su caminar de recuerdos presagiados.

 Siente la vida preñada de pequeñas bellezas con las que fabricar historias enredadas en olores, en sonidos, en lluvias, en andares, en sueños; recita pensamientos anudados en olas crecidas de salitre y espuma  con las que jugar al escondite por si la magia infantil surtiera sus sueños de realidades precisas y preciosas a las que aferrarse por siempre con el alma renacida, con el ansia alcanzada.

Su interior está poblado de palabras a las que mima y cuida con maternal instinto. De ellas vive, se nutre, se bebe, se deleita, se juega; por veces las suelta a la deriva en una barca blanca pintada con números, y cuando comprueba que tocan puertos desconocidos y regresan encendidas en nuevas miradas, disfruta desenhebrando el largo sedal que sirve de puente invisible entre mirar y ver lo sentido y lo escrito en una nube de papel desconocida.

Desde siempre le envuelve un sentido de la ecuanimidad más allá de los derechos y deberes aprendidos en documentos revestidos de oficialidad. Le envuelve un halo de exquisita fidelidad consecuente con lo vivido, lo expresado y lo conseguido en su deambular por los abismos de la interioridad  personal e íntima.

En su mirada atenta, lejana y cercana, se adivinan por y para siempre instantes de amor incondicional; de esos que no se firman en ningún acta matrimonial.

Se deleita en músicas tocadas con instrumentos fabricados por el sentido del tacto y con notas audibles exclusivamente por el selecto oído del corazón.

Prefiere escuchar a intervenir, callar a decir. A solas desata su mutismo en historias  y poemas impregnados de sutilidad, delicadezas expresadas desde el goce infinito e íntimo de comunicar, en palabras insonoras, los instantes aprehendidos en las cuentas del collar en que se suceden las etapas de una vida que amalgama lo soñado y lo creado para conformar un mundo personal posible y único.

Tiene una edad incierta,  yo no la sé precisar; nos conocimos en el aire, así, por casualidad.
 A veces hablamos de poemas, de historias o de emociones sugeridas por una puesta de sol sobre el mar. A ambos nos gusta conversar.

6 de noviembre de 2010

Mirando en verde-azul.



Hoy no quiero dormir, me quedare aquí, mirándote; mirando tus cambiantes tonalidades verdes , tus azules , tus grises, tus ocasionales blancos  ... Sé que tu inquietud  no es permanente, que habrá momentos, días completos, en  que la calma anidará en  ti mientras me haces guiños embaucadores; querrás mostrarme entonces cuán bueno puedes llegar a ser, tú, magna superficie deslumbrante acariciadora de pieles ávidas de frescor,  relajante cuna en la que mecerme, queda y suavemente.


fotos de Gala.( Gracias por dejármelas.)


Hoy, mientras dure  tu inquietud, permaneceré despierta  para admirarte. Aún no sé en  qué estado me gustas más ... furia o calma, calma o furia.



Llega  a mí tu olor, es más fuerte hoy, me impregna.
Amaneceré oliendo a ti, oliendo a inquietud.
Tal vez más tarde saborearé tu calma, la que guardas  para las buenas estaciones. Sé que este  mes te intranquiliza, te agita, te prepara para estados posteriores en los que  tu furia es más intensa, más sobrecogedora,  más brutal. 


Hoy me sugieres ímpetu, fuerza, osadía. Por eso no quiero dormir,  quiero mirarte, así.
Quizás  tu  fuerza me eleve por encima de mí misma y podré llegar a sentir, por un instante, qué sortilegio se produce en el embiste de tu mirada hasta recalar en la playa o conseguir estrellarte en violento beso en el precipicio del alma.


                                                                                                                      





2 de noviembre de 2010

Una mirada otoñal.


Las  hojas secas se arremolinaban contra el bordillo de las aceras, obturaban las rejas de las alcantarillas, allí detenidas se mezclaban. Comenzaba a llover, Las gotas resonaban sobre la sequedad de las hojas evocando una especie de música aún no inventada... Paraguas abiertos, apuro en las pisadas, rostros contraídos asiendo las bufandas, manejando con destreza la dirección de los paraguas. Un perro empapado se enreda en sus piernas, trastabillea su paso, dobla su cuerpo, recupera el equilibrio. Un pequeño susto, no fue nada. El perro escapa asustado. El hombre sonríe benévolo; tiene una dulce mirada. Se cruzan, la suya y la mía, por azar. Prosigo mi camino, ambos en la misma dirección. Me aborda con voz grave con una pregunta sin más. Me quedo detenida en sus labios esperando salga de nuevo su voz. Perdone si insisto, ¿sabrá decirme...? Reacciono aturdida, me disculpo y le indico. Puedo acompañarle, me dirijo también allí. Nuestros pasos idénticos, sin prisa ni pausas, caminaron la ciudad aquel día, y muchos más.
Fue un día de otoño. Fue en otoño cuando asomó la primavera a estos días grises de dos personas cualquiera. Todo lo vieron, todo lo miraron con la mirada nueva de quien no conoce nada. Juntos exploraron los secretos del juego de las miradas, todos los recovecos caleidoscópicos del mundo de las palabras, todas las íntimas entrañas del alma. En ellas permanecieron, buscándose, llenándose, llamándose, gozándose durante un presente infinito, imposible de precisar.
Es Otoño, otra vez. No hay un perro empapado con quien tropezar. Apenas quedan hojas que la lluvia haga sonar. Es Otoño, pero no es el mío, no es aquel en el que el hombre de dulce mirada me habló con su voz. No hay a quien acompañar. Ni miradas nuevas que aprender. Ni casi nada por conocer. Ni entrañas del alma a las que llegar. No hay palabras que traducir en colores que ahuyenten las sombras negras de esta soledad. Soledad ovidada en su mirada otoñal.
.

Podría olvidar que un día, por azar, encontró tu nombre flotando en el mar, pintado en una barca que sostenía una red tejida de susurros. Podría olvidar el hechizo sentido, haberse alejado del inmaterial tejido, obviar lo oído
Y siguió tu estela de sueños no soñados, tu búsqueda de sombras grises, de negros azulados, de nortes no registrados en las brújulas, de horizontes externos al yo, de pensamientos prendidos en el ánimo, de sentimientos destilados en las aguas pantanosas de la humanidad.
Y decidió seguir tu espuma, mirar a tu través. Descubrió claridades suscitadas,  soledades recordadas,  un no sé qué individual y universal a la vez, miradas desgajadas desde el espejo del alma.
Podría olvidar tu nombre, algún día.
Podría olvidar que olvidó, la promesa de olvidar tu susurreante navegar.
Podría olvidar, un día cualquiera, que tu nombre flotaría siempre rumbo al norte tintado de negro y púrpura donde aguarda el presagio de un alma detenida.