Disfruta de la soledad buscada tras la impresión de una lectura, la mirada introspectiva en la repetición de lo leído, releer mentalmente las frases más bellas o aquéllas que le impresionan con nuevas miradas. Le gusta caminar por sendas solitarias, lugares de todos en los que encuentra dibujos trazados en espirales de viento, lluvia y nubes, o en los que el sol ilumina con ojos de niño, diminuteces de instantes sentidos, soñados o imaginados desde su caminar de recuerdos presagiados.
Siente la vida preñada de pequeñas bellezas con las que fabricar historias enredadas en olores, en sonidos, en lluvias, en andares, en sueños; recita pensamientos anudados en olas crecidas de salitre y espuma con las que jugar al escondite por si la magia infantil surtiera sus sueños de realidades precisas y preciosas a las que aferrarse por siempre con el alma renacida, con el ansia alcanzada.
Su interior está poblado de palabras a las que mima y cuida con maternal instinto. De ellas vive, se nutre, se bebe, se deleita, se juega; por veces las suelta a la deriva en una barca blanca pintada con números, y cuando comprueba que tocan puertos desconocidos y regresan encendidas en nuevas miradas, disfruta desenhebrando el largo sedal que sirve de puente invisible entre mirar y ver lo sentido y lo escrito en una nube de papel desconocida.
Desde siempre le envuelve un sentido de la ecuanimidad más allá de los derechos y deberes aprendidos en documentos revestidos de oficialidad. Le envuelve un halo de exquisita fidelidad consecuente con lo vivido, lo expresado y lo conseguido en su deambular por los abismos de la interioridad personal e íntima.
En su mirada atenta, lejana y cercana, se adivinan por y para siempre instantes de amor incondicional; de esos que no se firman en ningún acta matrimonial.
Se deleita en músicas tocadas con instrumentos fabricados por el sentido del tacto y con notas audibles exclusivamente por el selecto oído del corazón.
Prefiere escuchar a intervenir, callar a decir. A solas desata su mutismo en historias y poemas impregnados de sutilidad, delicadezas expresadas desde el goce infinito e íntimo de comunicar, en palabras insonoras, los instantes aprehendidos en las cuentas del collar en que se suceden las etapas de una vida que amalgama lo soñado y lo creado para conformar un mundo personal posible y único.
Tiene una edad incierta, yo no la sé precisar; nos conocimos en el aire, así, por casualidad.
A veces hablamos de poemas, de historias o de emociones sugeridas por una puesta de sol sobre el mar. A ambos nos gusta conversar.